Carlitos Rey – Capítulo 3: “La primera clase de vuelo”.

Tiempo de lectura: 9 minutos

Carlitos puso a funcionar toda su ansiedad, y en forma urgente realizó todos los trámites necesarios para poder empezar el curso de una buena vez. Su plan, era fácil: Aprovechar los meses de verano para volar todo lo que se pudiera.

Precisamente, la primera clase era un sábado a fines de octubre y había acordado encontrarse con el instructor a las 9.
Obviamente, en su cabeza, una cuenta regresiva corría desde hacía algunos días, y cada mañana y cada noche, miraba el horizonte esperanzado en que el buen tiempo se mantuviera.

Google Maps, acercaba el Aeropuerto de Melilla, y Carlitos, que no tenía mucha idea de lo que pasaría en esa primera clase, trataba de imaginar en dónde estaría el avión, por dónde llegarían a la pista, por dónde volarían.

El simulador de vuelo de la computadora de su casa le generaba muchas confusiones, el sólo hecho de que para encender el motor tuviera que apretar las teclas ctrl + e, no ayudaba. En aquel entonces, no había videos explicativos ni manuales en línea sobre cómo usarlo, y lo único parecido a un manual de vuelo era el libro de doscientas páginas en inglés de la versión 1995 con las instrucciones del simulador que había ojeado buscando entender todo aquello.

La noche anterior, después de volver a revisar el camino que haría, verificar que su auto tenía suficiente nafta, aire en sus ruedas, buen aspecto, y que en la mochila que habitualmente usaba para el trabajo  estaba la linternita, un par de lapiceras con botón, un block de notas, sus documentos a mano, y el libro de vuelo. Se acostó decidido a olvidar lo poco que creía saber sobre los aviones y enfocarse en aprender.
Antes de dormirse, su esposa lo abrazó y le pidió que le prometiera que se cuidaría y le deseó mucha suerte.
Un rato más tarde, volvió a hablarle – No te podés dormir ¿no? –

A las 7 y poco, Carlitos Rey abría la mochila que había dejado en la silla cerca de la puerta de salida y apoyaba sobre la mesa el libro de vuelo. –¿Te acordás qué tipo de sangre tengo? –
– ¿Para qué querés saber eso? -, le respondió desde el cuarto su esposa.
– Me olvidé de ponerlo acá, en la primera hoja del libro de vuelo, quiero llevarlo completo. –
Se sentía preparado después de un desayuno liviano, pero los nervios le obligaron a hacer una parada técnica por el baño antes de poder salir rumbo al Aeropuerto.
– ¡Buena suerte! -, lo despidió su esposa y acotó – Creo que estás más estresado que cuando nos casamos –

Atravesó Montevideo por Propios y luego tomó Millán para llegar por la ruta 5 hasta el Aeropuerto. El cielo estaba despejado, la temperatura muy agradable y el viento casi ni se sentía. Al poco tiempo, se dio cuenta que finalmente estaba viajando para volar en avión solo, sin sus padres o amigos. Llevaba consigo el carnet que lo habilitaba como Alumno Piloto y eso significaba que había pasado los exámenes médicos de los que tanto había escuchado hablar, también significaba que estaba haciendo algo que se había propuesto, y eso, de por sí, era algo muy importante, motivante y satisfactorio.

Llegando al barrio Verdisol, en los accesos de Montevideo, vio un pequeño avión virando y apuntando en dirección al planeta que lo hizo consciente de que ya estaba llegando y que muy pronto comenzaría una nueva etapa en su vida.

El instructor lo recibió cinco minutos antes de la hora pactada y lo invitó a recorrer el hangar para presentarle a las personas que trabajaban allí. Conoció a los dueños de la empresa y a un par de mecánicos que estaban trabajando en la cola de un avión completamente rojo que tenía un pegotín que decía “El demonio rojo”. Los llamó y les presentó al nuevo alumno y dijo con voz solemne: – Ellos van a subir a volar contigo, van a estar ahí en el avión en cada vuelo, es bueno que se conozcan y cuentes con ellos. Sería ideal que algún día que no podamos volar por el estado del tiempo, igual vengas y los ayudes con algo.-

Carlitos entendió lo que el instructor quería decir, le hizo sentir que volando, sería parte de un equipo y que los mecánicos eran muy importantes. No importaría cuánto lograra aprender, ni lo bueno que pudiera llegar a ser como piloto, dependería de otras personas. Ese día, se celebraba internacionalmente a los Controladores Aéreos, otro componente fundamental del equipo.

Ya en la salita, sentados frente a frente en el pequeño escritorio, El instructor le comentó de qué se trataría la primera clase. Harían una introducción a todo, para que Carlitos viera de qué se trataba la operativa habitual del curso y pudieran irse conociendo.

Un pequeño avión de plástico con sus superficies de control articuladas, sirvió para repasar cómo se llamaban los distintos controles y qué función tenían. Una foto satelital, para repasar el plano del aeródromo y la numeración de las pistas. Y así, en forma intercalada, conversaron sobre aerodinámica, el procedimiento de despegue, el circuito de tránsito, las maniobras previas al aterrizaje, el rol de los controladores aéreos y las experiencias de vuelo de Carlitos, su familia, su trabajo y qué era lo que le había motivado a realizar el curso.

Esa era una pregunta que no tenía una respuesta corta y que, si bien nuestro protagonista había tenido que respondérsela varias veces a su compañera, no terminaba por conformarle. No había un motivo preciso para semejante aventura, no había un ferviente deseo por trabajar en una línea aérea, ni una necesidad de trasladarse por el Uruguay profundo, tampoco había una historia familiar por lo que Carlitos dio su más sincera respuesta – Los vuelos bautismo que hice me gustaron y quiero aprender a pilotar, creo que me gusta -. El instructor lo miraba y escuchaba con atención y esbozó una sonrisa premonitora de lo que sabía  sucedería en la próxima hora.

Luego, tomó un formulario preimpreso y lo completó con los datos del avión y la tripulación y le preguntó a Carlitos si sabía enviar un facsímil. Carlitos asintió y se dirigieron a la secretaría en donde estaba ubicado el teléfono y el fax. El instructor marcó el número de la oficina de Operaciones de Adami, y pidió tono para enviar el plan de vuelo.

Ya había pasado una hora desde el comienzo de la primera clase y ahora se dirigían hacia uno de los aviones que estaban atados en el pedregullo frente al hangar.

Así como los ómnibus tienen un botón que permite abrir la puerta desde afuera, levantando una pequeña compuerta ubicada sobre el parachoques delantero, los aviones tienen un escondite secreto para las llaves, para lo cual es necesario levantar una tapa del capó y buscarlas enganchadas en un tornillito que sobresale.

Carlitos se paralizó, pero no de temor. Ese secreto, esa sencilla tradición de dejar las llaves colgadas en un tornillo, saturaron el procesador del sistema operativo de Carlitos, que estaba dispuesto a aprenderlo todo, pero no esperaba que fuera necesario “abrir el motor del avión para agarrar las llaves” . Si. Él esperaba aprender de motores, ya había conocido a los mecánicos, pero el motor de su auto lo veía de vez en cuando, era un lugar de acceso infrecuente, y… estábamos hablando que ahora se trataba del motor de un avión, una máquina voladora… ¡Cuánto habría que aprender, si cada vez que se usaba el avión había que abrir el motor!

– Andá desatándolo que ahora vamos a hacer la inspección prevuelo -. La orden del instructor lo hizo reaccionar y Carlitos comenzó a lidiar con alguna clase de nudo aeronáutico que no lograba hacer zafar de los ganchos del suelo.
– Los del suelo déjalos, desatalo de las alas y de la cola -. Por fin llegó la aclaración… Carlitos se sentía avergonzado de no haber probado desatar el otro extremo, que, por suerte, sólo tenía un par de nudos fáciles de soltar.

Para Carlitos todo era nuevo, nunca había imaginado que en el parante que ayuda a sostener las alas había un ojal para pasar una cuerda, ni que había otro en la parte inferior de la cola. Justamente, cuando se agachó para desatar el último nudo, pudo ver que el timón de la cola, estaba enganchado con un cable de acero, un tornillo y una tuerca.

Al tiempo que Carlitos terminaba de dejar bien arrolladitas las cuerdas al lado de cada enganche, el instructor llegaba y le entregaba un bidón de 3 litros con “el elemento fundamental para el curso” – Vení te voy a enseñar a limpiar los vidrios, a Ella hay que mimarla y cuidarla, nos va a llevar a volar -.

La caricia al plexiglass fue el primer acto de amor entre Carlitos y el “Bravo Golf Uniform”, la palma de la mano del alumno recorría cuidadosamente el parabrisas mientras lo lavaba y pensaba que podría estar haciendo eso todo el día.

El o La, CX-BGU, era un Cessna 150 modelo G, decorado de fábrica con bandas rojas y blancas. Si desatar un nudo o lavar un vidrio habían llenado de emoción al nuevo alumno, imaginen todo lo que sintió, descubrió y anotó mentalmente para investigar al ir recorriendo parte por parte la aeronave durante su primera inspección prevuelo.

Lo que más le llamó la atención fue la verificación del sistema hidráulico de los frenos, los tornillos pasadores, que en un obra maestra de la ingeniería estaban pintados de amarillo para ver si estaban bien atornillados, las herramientas diseñadas para drenar los tanques de combustible y que del otro lado eran un destornillador… algún tipo de chicharra que sonaba si había una pérdida….. tantas, tantas cosas…

A esa altura estaba extasiado, disfrutando de todo lo que estaba aprendiendo y maravillado por estar interactuando por primera vez, en serio, con una máquina tan sencilla y tan perfecta. Llena de cosas para aprender, para descubrir.

Empujaron el avión hasta la calle de rodaje para no encenderlo sobre las piedritas sueltas y dieron arranque al motor, cerraron las puertas, probaron la radio y avanzaron lentamente hacia la plataforma bajo la torre de control.

El Instructor le mostraba donde estaban algunos de los instrumentos básicos de la aeronave y le insistía que no se preocupara de aprenderlo todo, que este sería un vuelo de paseo para familiarizarse con la aeronave, pero había algo distinto a las veces que había estado a bordo de un avión pequeño, esta vez, estaba sentado en el asiento de la izquierda y la cabina se veía distinta.

Desde que los controladores aéreos confirmaron la autorización del plan de vuelo, hasta que el “Uniform” estuvo pronto para despegar, Carlitos siguió viendo, tocando, escuchando y confirmando que tener esta primera clase había sido el mejor regalo de cumpleaños que podía haberse hecho, aprender de esta manera era fantástico.
– ¿Estás pronto para despegar? ¿Estás seguro? –
–  Si. – Confirmó Carlitos.
– Bueno, entonces dejemos que vuele, es lo que quiere hacer, solamente le vamos a dar potencia, y vas a ver que ella solita quiere despegar –

El motor quería salirse del avión, el tacómetro mostraba más de 2500 RPM y el cuerpo de Carlitos estaba pegado al asiento. Hacía bastante tiempo ya desde el vuelo en Minas en la pista de pasto y en este momento todo parecía más rápido. – Mirá, sentí, sentí en la punta de los dedos como el comando se viene hacia vos, ya está queriendo levantar -. La voz del instructor a través del intercomunicador se escuchaba como en las películas y narraba paso a paso lo que estaba sucediendo.

La torre de Control ya había quedado atrás y poco se distinguía del Aeropuerto entre el verde del Montevideo rural, mientras volaban hacia el Sector 4, un de las zonas próximas al Aeropuerto en la que los Instructores podían volar al resguardo de otros vuelos.
Carlitos se dio cuenta rápidamente que mientras aprendía a volar, poco tiempo tendría para mirar por la ventana como había hecho en sus vuelos bautismo y toda su atención estaba puesta en comprender lo que su instructor le contaba y experimentar como se comportaba la aeronave.

– Muy bien, vas muy bien -, lo alentaba el Instructor mientras completaba algunos virajes, ascendía, aceleraba, y miraba como la brújula se movía en sentido contrario al que quería…
Aprovecharon el vuelo para continuar conversando sobre qué los había traído hasta ahí, el instructor le contó sobre sus experiencias laborales y sus inicios en la aviación y Carlitos le insistía en que estaba feliz de poder estar haciendo ese vuelo.
Volaban en una mañana ideal, casi sin nubes y con una excelente visibilidad que permitía distinguir en el horizonte las sierras hacia el Este y hacía muy fácil localizar puntos de referencia de la ciudad.

Luego de unos minutos de vuelo, el instructor volvió a tomar el control del avión y se comunicó con la Torre de Control. -Bravo Golf Uniform, Sector 4, solicito altitud mínima sobre espejo de agua – Uniform, altitud mínima, aprobada -.
– Qué mañana espectacular para volar!!!….  como es tu primera clase y veo que estás dudando un poco, te voy a mostrar porqué volar es mejor que andar en lancha- , dijo el instructor, al tiempo que volvía a dibujar una sonrisa maquiavélica.

El río Santa Lucía, se ensanchaba más y más a medida que la aeronave descendía y se acercaba a su espejo de agua, que en su color verde oscuro apenas evidenciaba una suave ondulación. Carlitos había visitado el río en varias ocasiones con su familia y en paseos didácticos, pero nunca había imaginado estar sobrevolándolo a casi 200 km/h y escasos metros de altura.

La adrenalina, súbitamente se había apoderado de su cuerpo, la velocidad se podía apreciar fácilmente porque los árboles del borde del río pasaban fugazmente, mientras la aeronave retomaba su altitud anterior.

– Bueno… – dijo el Instructor, y haciendo una pausa mientras nivelaba el avión, agregó: – Veo que seguís dudando. Vamos a ver si vos estás seguro de que te gusta Volar- y a continuación, redujo raudamente la potencia y con precisos movimientos hizo que la aeronave invirtiera sorpresivamente su curso rolando sobre su eje longitudinal en una maniobra digna de Top-Gun
Ni bien el avión se volvió a nivelar, Carlitos exhaló excitado – “Ufff, ¡Espectacular!, hagámoslo otra vez!” –

 

El avión ascendía de regreso a su altitud original, el instructor guardó silencio y luego se comunicó con la torre de control para informarle que regresaban para aterrizar y finalizar el vuelo.

Luego, miro al alumno con complicidad y le dijo: – Quizás algún día…. ahora ya sabemos que te gusta volar –

-FIN-

¿Cómo recuerdas tu primera clase de vuelo? Analizándola en retrospectiva, ¿crees que se te transmitió la importancia de la seguridad operacional desde el primer momento?.
Martín Filippi
[email protected]

Me gusta volar, me gusta su ciencia, la historia de los hombres y mujeres que hicieron realidad lo que parecía imposible. Me gusta lo que la experiencia o el anhelo del vuelo tiene el potencial de modificar en nuestra percepción de la realidad, de los límites, de los desafíos. Dedico una parte importante de mi tiempo libre a impulsar este proyecto, con la visión de que si nos lo proponemos, podemos desencadenar un cambio semejante en aquellos que todavía creen que para volar hacen falta alas.

3 Comments
  • Gaston izquierdo
    Posted at 16:11h, 02 febrero Responder

    Se viene la cuarta?

  • Lucas Machado
    Posted at 00:56h, 16 enero Responder

    Muy bueno sigo esperando toda la historia en general, es prácticamente un clásico uruguayo

  • fernando zarazola
    Posted at 22:01h, 15 enero Responder

    Excelente …espero la cuarta entrega

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