Carlitos Rey – Capítulo 12: “Tres tornados y un avión en Navidad”

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Quién iba a decir que, en el ascensor del edificio, un miércoles a la tarde se iban a encontrar dos vecinos pilotos. Ambos regresaban de trabajar y se reconocieron luego de haberse visto a lo lejos en un festival del Aero Club de Canelones. Mejor dicho, Carlitos se había cruzado muy de cerca con una mujer y algo le dijo por la forma en que lo miraba que reconocía ese rostro de algún lado. Resultó ser su vecina, que acompañaba a su esposo, el piloto.

Semanas más tarde, se había vuelto habitual que conversaran de las distintas realidades de la aviación uruguaya en el hall de entrada o mientras bajaban los mandados del auto en las cocheras.

Un par de nochecitas, subieron a la terraza sobre el piso 10 para ver un poco más de cerca a los aviones que sobrevolaban la ciudad e intentaron sin éxito coordinar para un día hacer un vuelo en el simulador de Carlitos.

-Se me complicó amigo, la jefa está brava hoy –

– No te preocupes, acá están complicados los nenes. Queda para otro día –

Julio era algo más grande, igual que Carlitos, no venía de una familia aeronáutica y poco a poco se había ido metiendo más y más en el mundillo aeronáutico al punto que estaba preparando el examen práctico de piloto comercial, con el objetivo de “tener todos los cartones al día” por si surge alguna oportunidad laboral.

Tenía una herrería industrial en Neptunia y estaba acostumbrado a hacer ruta, aprovechaba el viaje de más de una hora hasta la ciudad de Canelones para pensar en cómo solucionar algunos problemas y cumplir con todos los clientes.  -A veces paso más tiempo arriba del auto que en el avión, pero lo tomo como parte del mismo disfrute –

Siempre estaban tratando de organizar alguna travesía juntos, pero el poco tiempo que tenían disponible para volar los encontraba en etapas bastante distintas. Carlitos ya había empezado a entrenar vuelo por instrumentos y cuando no tocaba instrucción en el aeropuerto de Melilla, surgía la posibilidad de sumar horas volando en jornadas maratónicas en el Aero Club de Minas acompañando a su instructor.

Cuando Carlitos se frustraba porque su instructor no podía darle clases por algún motivo, su esposa le insistía en que llamara “al vecino” y tratara de arreglar con él para volar – Así por lo menos te vas 4 horas del fin de semana a volar pero después estás de buen humor. ¡Yo así no te banco! –

Si dudas, la diferencia de edad y de acumulación de horas de vuelo funcionaban para convencerla de que era un piloto de confianza. También tenía que ver el hecho de que aparentaba ser un padre responsable, un emprendedor exitoso y un vecino tranquilo y ubicado que pasaba desapercibido entre la fauna de los copropietarios del edificio.

Cuando el 23 de diciembre, Carlitos le leyó la invitación para volar que le acababa de enviar Julio por sms, ella no reparó en que el paseo sería nada más ni nada menos que el 25 de diciembre en la mañana.

Carlitos y su esposa ya habían acordado que la noche del 24 la pasarían en El Pinar con los padres de ella, así que no se habló más de la agenda de los próximos días.

Para Carlitos la fecha era ideal, el año anterior había podido volar el 26 junto a su abuela y se había propuesto iniciar una tradición de “vuelos navideños”.

En Estados Unidos, donde las familias recorren miles de kilómetros para reencontrarse, existe una trágica estadística de accidentes de aviación civil que se atribuye entre otros factores, a la presión que siente el piloto por llegar a tiempo junto a su familia, volando en condiciones meteorológicas adversas.

Pero en Uruguay… nada puede salir mal. O eso creía Carlitos.

Desde la tardecita del 24 se encontraron con la familia y celebraron compartiendo unos mates y bizcochos mientras disfrutaban de ver como estaban creciendo los integrantes más pequeños.

-¿En qué andas? – le pregunto su esposa al verlo revisar cada tanto sus mensajes de texto.

-En nada, leyendo saludos nomás – le contestó Carlitos, a sabiendas que ella no tenía presente lo del vuelo y todavía era muy temprano para tener esa riesgosa conversación.

La noche avanzaba, la sensación térmica aumentaba y las oportunidades de blanquear la situación continuaban presentándose.

-Mi amor, ¿te traigo una cervecita? –

-No, muchas gracias mi vida, pero prefiero no tomar-  “¿prefiero no tomar?” ¿en qué estoy pensando? Se dijo Carlitos, de esta no zafo.

-¿preferís no tomar? ¡¿en qué andás?!-

-En nada, en nada- se esforzó al máximo Carlitos. “Como estoy con el mate, todavía no quiero”.

Su esposa lo miro extrañada. No parecía sospechar de nada, pero hacía un calor bárbaro, la noche estaba realmente pesada y Carlitos era el único que seguía con el mate. Los demás, intercalaban piscina con cerveza helada para poder sobrellevar el sopor.

Apenas volvió a quedar sólo, leyó el último mensaje recibido: “Nos vemos mañana temprano en Adami, ¡feliz navidad!”.  Con todo pronto para el vuelo, Carlitos apagó el celular y se tiró una vez más al agua para intentar refrescarse.

La ensalada de frutas no estaba suficientemente fría para poder disfrutarla esa noche de más de 30º C, y el pote de 5 litros de helado de frutilla, crema y chocolate se derretía, y más que helado parecía agua saborizada. Adentro de la casa no se podía estar, afuera no corría aire y el único ventilador de pie se había dispuesto para la abuela y la prima embarazada.

Fue en ese contexto, minutos previos a los fuegos artificiales de las 0 horas que “El Canario”, uno de los cuñados de Carlitos, le empezó a tomar el pelo por no estar tomando alcohol.

Carlitos le explicó que al otro día de mañana tenía un vuelo y que no podía tomar.

-Ahh porque tenés que ir en el auto hasta el Aeropuerto… pero mirá que mañana es Navidad, no hay inspectores de tránsito, están todos en pedo-

-No, no…. el problema no es por el auto, es por el avión. Si me sacan la licencia de Piloto me quedo mínimo seis meses sin volar, y además si sos piloto te pueden hacer test de sangre sorpresa y hasta podés ir preso-

-Ahh por eso yo no me hago piloto-

La conversación continuó y se fueron sumando los otros hombres que estaban transpirando metidos en la piscina y Carlitos terminó dándoles lástima. -Bo, ¡dale algo de tomar a tu marido!-  gritó otra vez “el canario” con su típico acento del interior profundo y alto índice de alcohol en sangre.

Cuando Carlitos vio venir a su esposa y la pregunta que estaba por hacerle, alguien gritó –“Son las 12, traigan un encendedor para las cañitas voladoras”-

Carlitos tomó una botella de espumante y la descorchó sirviendo una copa para él y otra a su esposa. – “Te amo!, Feliz navidad!” –

-Yo también te amo – le dijo ella con dulzura. ¿en qué andás?.

Carlitos inclinó la cabeza mirando los fuegos artificiales que iluminaban la noche, pasó su brazo por el hombro de ella y le dijo. -¿Te acordás que mañana de mañana tengo el vuelo con Julio, el vecino?-

-¿en serio?, sos un h-i-j-o d-e p-u-t-a – le dijo socarronamente. Con razón no tomabas nada…. Con razón estabas de tan buen humor…. Con razón estabas con los mensajitos. Con razón me dijiste para quedarnos a dormir acá, así te vas por la ruta nueva…. Lo pensaste todo y no me dijiste nada.

Hacía unas semanas se había inaugurado el famoso anillo perimetral, una nueva ruta que bordea Montevideo y casualmente, une los aeropuertos de Carrasco y Melilla. Carlitos esperaba con ansiedad su inauguración ya que le permitiría ir más rápido desde la casa de sus suegros, donde solían pasar los fines de semana.

-“Llegó Papá Noel, vengan a abrir los regalos” – Los interrumpió el llamado de uno de sus sobrinos.

-Bueno, si vas a ir a volar no tomes nada, le dijo su esposa, sacándole de la mano la copa-

-Mi amor ¿qué hora es?… levántate que vas a llegar tarde – le susurró con dulzura.

Carlitos activó todos sus sentidos inmediatamente, un fuerte resplandor iluminaba el dormitorio improvisado. Nadie recordaba una noche con tanto calor, ningún meteorólogo había pronosticado algo así y dormir había costado mucho trabajo.

Eran las ocho y cuarto y habían quedado en encontrarse y media en el aeropuerto.

Se lavó la cara, miró en la bolsa de bizcochos del día anterior si quedaba alguno y salió apurado con el bolso de piloto.

Antes de arrancar el auto, le mando un sms a Julio: “llego en 30 minutos”.

Se puso el cinturón y encendió el motor. El aviso “Whip Whip” le anunciaba la respuesta de Julio, sin embargo, se encontró con un mensaje de su esposa. “Andá con cuidado. LLegá para el almuerzo, que te diviertas. Te amo!”

Ciertamente el estado del tiempo había cambiado, ya no se sentía calor y había una brisa persistente. Carlitos manejaba y empezaba a tomar conciencia que por primera vez en mucho tiempo no había hecho ningún tipo de planificación de vuelo, ni siquiera había mirado los informes meteorológicos y para peor estaba llegando tarde. “que sea la última vez, se dijo”.

La ruta nueva estaba recién pavimentada, todavía no tenía las líneas pintadas ni la cartelería. Las banquinas todavía eran de tierra y había restos de materiales de construcción y conos de señales por todos lados. Sin dudas se habían apurado a inaugurarla antes de fin de año.

Prácticamente no se cruzó con ningún otro vehículo en los primeros 10 minutos y a medida que la ansiedad por llegar le ganaba la pulseada, aceleraba con más confianza e imprudencia el Chevrolet Corsa.

Volaba a más de 110 Km/h tratando de entender por qué no se había levantado a tiempo, por qué había sido tan poco responsable respecto a la preparación del vuelo.

Cada tanto sentía como si el auto se inflara y perdiera adherencia, eran rachas de viento que literalmente lo sacudían, así que empezó a llevar el auto por el centro de la ruta (como le gusta hacer a los pilotos) pero continuó acelerando, recorriendo los 38 kms que le separaban de Melilla en menos de 30 minutos.

A Julio pareció no importarle la llegada tarde de su vecino, lo esperaba con el avión pronto para iniciar el vuelo. Esto incomodó a Carlitos, ya que sintió que más que un copiloto, estaba actuando como un pasajero. Las primeras impresiones cuentan y a Carlitos le estaba saliendo mal.

Aprovechando que no había otros aviones en la plataforma, Carlitos sorprendió a Julio hablándole en inglés al controlador aéreo. Éste también se vio sorprendido, pero luego de unos segundos, le respondió y recibieron la autorización a despegar.

-Pahh yo en inglés soy espantoso, tengo que ponerme a estudiar.-

Carlitos sintió que empezaba a ganar puntos de nuevo.

-Ahh mirá que presenté el plan de vuelo a tu nombre, yo anoche tomé, así que por las dudas que haya algún inspector puse que vos estabas al mando. Imagino que vos te portaste bien-

Carlitos sabía que su compañero de vuelo no era ningún zafado, así que de entrada ni se inmutó por ese comentario, sin embargo, se cuestionó por ser tan estricto en su comportamiento respecto a lo aeronáutico y pensó que, si hubiese tomado algo de alcohol la noche anterior, seguramente no se hubiera sentido seguro de manejar tan rápido y hubiera llegado aún más tarde. ¡Qué difícil que era tratar de hacer todo bien! Desde que era alumno piloto había abandonado los excesos, cuidaba su peso y se había ido autoexigiendo una conducta más responsable y profesional. Sin embargo, su vecino, el futuro piloto comercial, ya de buenas le decía que había estado tomando y él mismo había venido manejando de forma por lo menos poco prudente.

Ponerse en manos de otro piloto no es fácil, o al menos lleva tiempo acostumbrarse. Una cosa es volar con el instructor y otra distinta es confiar en la habilidad y buen criterio de otra persona. Inconscientemente estaba más atento que lo normal, el vecino piloto había tomado.

El despegue fue tranquilo, el tiempo estaba bueno. Carlitos notó como Julio ajustó el rumbo inmediatamente poniendo la proa hacia la ciudad de Canelones. Sin dudas tenía bien claro el camino. Carlitos sabía, por experiencia propia, que, pese a que la distancia entre Adami y Canelones era corta, equivocarse y salir con rumbo 030 en lugar de 003 los podían alejar de su destino en cuestión de minutos. Se sintió seguro y conversaron sobre el famoso anillo perimetral y el increíble calor que había hecho la noche anterior.

Aterrizaron en la pista 27 luego de sobrevolar el cono de viento. Esta vez, ni siquiera los esperaba Manuel Forno con su clásico “están volando marcha atrás”. Eran poco más de las 9 de la mañana del 25 de diciembre y eran amos y señores del Aero Club de Canelones.

Julio le invitó a cambiar de lugar en la cabina y Carlitos propuso hacer “vueltas de pista” para familiarizarse y mantenerse entrenado en aterrizajes y despegues en campo corto.  Hicieron varios circuitos y Julio le transmitió varios consejos sobre las pistas de SUCN y lo felicitó por haber aprovechado ese tiempo de vuelo para entrenar y no pavear. Carlitos se sintió lleno de orgullo y pensó que por fin había mejorado su presentación.

A continuación, volvieron a cambiar de lugares y Julio le avisó que ahora le tocaba a él entrenar algunas maniobras del curso de piloto comercial. Carlitos no conocía ninguna de ellas y repentinamente se encontró nuevamente como pasajero, o bolsa de papas, mientras Julio practicaba una y otra vez maniobras acrobáticas. El avión comenzaba a subir y quedaban mirando el cielo hasta que entraba en perdida, luego Julio con gran destreza lo hacia virar hacia un lado, lo picaba mientras nivelaba las alas y volvía a ponerlo mirando hacia arriba.

Repetían la maniobra una y otra vez y Carlitos iba tomando mayor participación, controlando cuantos pies de altura ganaban y perdían en cada ejecución. Seguían volando y Julio continuaba mostrándole que el avión era capaz de hacer muchas más cosas de las que Carlitos había aprendido hasta ahora.

Luego comenzaron a volar en zigzag siguiendo la ruta 5 hacia el Sur, también dibujando números ochos y Julio le dijo que de no ser porque el avión estaba lleno de combustible, habrían intentado algún tirabuzón. Llevaban varios minutos de entrenamiento y Carlitos se dio cuenta que no había sido buena idea haber tomado unos mates. Con tanto sube y baja, sintió un reflujo caliente y el sabor amargo de la yerba y le pidió a Julio que le diera unos minutos de pausa para calmar el estómago.

Habían comenzado las maniobras volando a dos mil pies, pero ahora estaban bastante cerca del suelo y todo se movía muy rápido. Carlitos no reconocía el entorno, pero tampoco estaba familiarizado con el paisaje de Canelones. Ahora sobrevolaban una zona de humedales y el piloto estaba teniendo bastante trabajo intentando nivelar las alas ya que el 150 seguía sacudiéndose por el viento cercano a la superficie.

-¿Dónde andaremos Carlitos? – Preguntó Julio sin demostrar que estuviera muy preocupado.

-Esteeemmm, ni idea –

-Mirá, mirá!! – Dijo frenético Julio, al tiempo que señalaba con el dedo hacia adelante.

En su mente, buscó esa silueta que aparecía frente a ellos en el horizonte y trató de imaginar que en realidad era otra que se encontraba en el medio del campo. No quería que fuera cierto y hasta llegó a dudar que fuera real.

Volaban tan bajo que para ver la Torre de Control del Aeropuerto de Carrasco tenían que prácticamente mirar hacia arriba.

-¿Es?- atinó a decir Carlitos.

Julio algo le respondió, pero Carlitos ya se había ido de la cabina. Por un lado, se había dado cuenta de que el Piloto ya había tomado una acción para corregir la situación y por otro, estaba encerrado en su mente, recapitulando todo, recordando charlas sobre seguridad operacional, recomendaciones del Centro de Control de Tránsito de la Fuerza Aérea, artículos sobre accidentes en la revista Flying y hasta seminarios del control aviario y de fauna del Aeropuerto. No estaba en pánico, estaba en shock, incrédulo. No volaba él el avión, no había ningún peligro inminente, pero estaba todo mal. ¿Qué hacían ahí?, ¿qué harían ahora?, ¿cuánto tiempo estarían sin volar si les quitaban la licencia?, ¿de qué modo los contactarían las autoridades?

-Vámonos! Vámonos! – escuchó repetir a Julio, al salir del trance.

-No vayás a reportar Carlitos! – le dijo al verlo sintonizar la frecuencia de radio de la torre.

-Si no nos llaman estamos bien… ¿cómo hicimos para terminar acá?… ¿qué hora es?… ¿hace cuanto que despegamos?… qué bueno que tenemos el transpondedor apagado… menos mal que no presentamos plan de vuelo…. –

Cada pregunta, o comentario de Julio, era sucedido por una pausa, en silencio, esperaban no escuchar nada fuera de lo común en la frecuencia.

Conforme pasaron los minutos, volvieron a superar los mil pies y nuevamente, en equipo, se dieron cuenta que ahora estaban llegando a la ciudad de Pando. Su primera hipótesis para entender lo sucedido, fue que durante las maniobras siempre habían seguido avanzando hacia el Sur y que el viento los había hecho derivar hacia Carrasco.

El viento, sin dudas estaba más fuerte, o al menos, se hacía sentir mucho más en el avión. El aire estaba picado. El avión se sentía como un ómnibus recorriendo las calles de la ciudad, con baches, empedrados, y otros momentos de tranquilidad.

-Qué cagada que nos mandamos – soltó entristecido Carlitos.

-Si, si, pero tampoco tan terrible, no matamos a nadie. Ni nos vieron – trató de tranquilizarlo Julio, que no sabía que para Carlitos, aquellas reflexiones, sólo servían para empeorar la situación.

-Mirá Carlitos que en los Aero Clubes nadie vuela con transpondedor, nadie presenta plan de vuelo-

Carlitos no era tan nuevo en el tema como para no saber eso, pero precisamente en los Aero Clubes no se volaba dentro del espacio aéreo de Carrasco. Estaba indignado y avergonzado.

-¿Vamos a aprovechar a lavar el avión?, apúntale a aquella nube que está largando agua –

A Carlitos esa idea le fascinó y le sirvió para intentar dejar de pensar en lo sucedido y enfocarse en lo que estaba por pasar. Sería su primer vuelo intencional hacia una cortina de lluvia.

Ahora le tocaba a él demostrar lo que estaba aprendiendo en el curso de vuelo por instrumentos y aquel chaparrón de escasas dimensiones parecía ideal.

Marcaron un curso de interceptación, calculando la velocidad del avión y el rumbo aparente de la nube. La alcanzaron luego de volar unos minutos hacia el Este y mientras Carlitos ajustaba la potencia del motor y se preparaba para hacer control cruzado de los instrumentos, ya la habían atravesado.

Para sorpresa de Carlitos, no había pasado nada, ni siquiera un temblor.

Pese a que era imposible ver a través del muro de lluvia, lo habían atravesado sin pena ni gloria.  Incluso en el marco de ese vuelo tan especial, no daba ni siquiera para contarlo como otra desviación de la normativa aeronáutica para lo que ellos eran, pilotos privados.

Tampoco había servido para poner en práctica sus nuevos conocimientos.

-Che… tanta agua me dio ganas de mear – Le confesó Julio.

-Fuá si, a mi también –

-Deben ser los nervios. ¿Vamos hasta Minas?, Hay baño ahí ¿no? – le propuso, sabiendo que Carlitos conocía muy bien ese Aero Club.

-Y bueno dale – aceptó con gusto, y comenzó a dibujar un bosquejo de las pistas.

Ahora si estaban tranquilos nuevamente. Habían estado escuchando todas las frecuencias de ese espacio aéreo y en ninguna habían hecho mención a la aeronave que voló en el área de control de Carrasco sin comunicarse.

Seguramente, era tan temprano para ser 25 de diciembre, que nadie se había percatado.

Carlitos ya había asumido que esta vez le tocaba ser parte de un vuelo de esos que no seguía las recomendaciones y ahora se concentraba en guiar el avión hacia las Sierras de Lavalleja, un terreno conocido.

Aquella nube tirando agua, era parte del cambio que estaba teniendo el tiempo. Si bien la visibilidad seguía siendo buena, el aire parecía estar sucio y cada vez más turbulento. Navegaron a estima, siguiendo la ruta 8 y luego desviándose levemente hacia el norte para llegar a la pista más larga del Aero Club.

Entorno a ellos, comenzaron a desfilar desde el norte nubes grises de formas variadas, pero principalmente estiradas y chatas, que se movían rápidamente a poco más de 2000 pies y cada vez eran más frecuentes las sacudidas laterales. El viento parecía rotar continuamente y por momentos el avión se inflaba como el Corsa por el anillo perimetral.

Entre su posición actual y la ansiada cabecera 15, los separaba un conjunto prominente de cerros que debían sobrevolar a baja altura durante su aproximación final. La pista principal terminaba justo en el hangar, allá arriba del repecho.

-Seguramente encontremos turbulencia orográfica al pasar por ahí- avisó Carlitos que comandaba la aeronave con cierta preocupación por su baja altitud.

-Va a estar movidito, pero llegamos bien-

Y dicho y hecho, la premonición de Carlitos se cumplió inexorablemente.

Ambos eran hombres altos, con cuerpos robustos, por no decir gorditos, sin embargo, el sacudón que sintieron al sobrevolar la hilera de cerros a baja altura, hizo que golpearan sus cabezas contra el techo del avión quedando ambos muy doloridos.

-¿estás bien Carlitos?-

Le respondió afirmativamente y le transfirió el control del avión para ajustarse con más fuerza el cinturón de seguridad. El Cessna 150, tenía cinturones clásicos, que sólo ajustaban a la altura de la cintura y que, en caso de ir abrochados, se solían llevar apenas ajustados.

-Habría que reportar turbulencia severa a Montevideo Control- dijo Carlitos con sarcasmo y todavía dolorido por el golpe.

Frente a ellos, la cabecera de la pista comenzaba a alejarse hacia la izquierda y el avión cada vez quedaba más en diagonal para poder mantener el rumbo. Carlitos notó que el viento estaba mucho más fuerte que de costumbre ya que el humo blanco de la quema de basura del vertedero municipal cruzaba el terreno del aeroclub prácticamente en forma rasante.

-Pa! Que impresionante el viento-

-Cruzzzadito, Cruzzzzadito- comentó Carlitos con tono gauchesco que se la había pegado de su cuñado “el Canario”.

-Vamos a la pista 05- Dijo Julio decididamente.

En realidad, más que ir ellos, fueron llevados por el viento que los dejó con la proa al Norte. Julio seguía con el comando del avión y tenía la potencia al máximo. Carlitos, anunció varias veces sus intenciones en la frecuencia de radio pero nadie respondió.

Con el avión prácticamente frenado en el aire, haciéndole frente al viento a pocos metros del punto de toque en la pista, se llevaron un nuevo susto al confundir un grupo de bolsas de nylon con una bandada de pájaros que se chocaba con su cabina.

-¡Puta madre! ¡Que cagazo! – espetó furioso el futuro piloto Comercial, que se había agachado detrás del volante ante el impacto inminente.

– Es el basurero ese que hicieron justo al lado del Aero Club, terribles hijos de puta!! – agregó Carlitos, mientras buscaba señales de algún otro riesgo. (Caballos, motociclistas, perros).

El avión aterrizó con suavidad y lo llevaron rodando por la pista principal hasta el área donde solían dejarse estacionadas las aeronaves. El hangar estaba cerrado y no había ningún auto en las inmediaciones. A Carlitos le recordó las mañanas en las que llegaban con su instructor y eran dueños de casa por un rato hasta que llegaban los primeros socios del Aero Club para abrir todo.

-¿Por dónde es el baño?- le preguntó Julio, mientras caminaban hacia el Hangar y estiraban los músculos después de tanto vuelo y maniobras semi-acrobáticas.

Luego revisaron combustible y comprobaron que tenían los suficiente para llegar a Montevideo. -Si vienen tus amigos le podríamos poner un poco más, para quedarnos tranquilos –

Carlitos, dio otra vuelta al Hangar para ver si había señales de vida y aprovechó el reparo del viento para llamar a su esposa y pasarse un poco de agua por la cabeza que le seguía doliendo.

-Feliz navidad mi amor- comenzó diciéndole.  -Andamos por Minas, pero ya estamos por salir para allá.-

-Bueno, vení tranquilo que acá recién están levantándose, el almuerzo va a demorar. ¿qué tal vuela el Vecino? –

-Todo bien, ¿cómo sigue el tiempo por ahí?-

-Acá esta precioso, por suerte hay una brisita y no hace tanto calor, pero está lindo-

Para Carlitos esas palabras fueron de gran tranquilidad, no había tanta urgencia por llegar y además todavía había buen tiempo en Montevideo.

Caminó por el lado Este del hangar en dónde daba mejor el sol a esa hora y se sorprendió al mirar hacia las pistas y no ver al avión.

Extrañado, aceleró el paso hacia la puerta del Hangar y tampoco lo vio allí. Podría ser que Julio lo hubiera acercado hacia la zona del surtidor de combustible, pero no. ¿En dónde estaba?

A lo lejos, y hacia abajo sintió el ladrido de un perro.

Luego de dar unos saltitos para evitar unos desniveles en el terreno, pudo ver por detrás de los árboles, que Julio luchaba con el avión que se estaba yendo por la pendiente del taxi way.

Carlitos corrió. Se sentía algo preocupado, pero también se mataba de la risa.

El avión estaba con el motor apagado, pero parecía que tuviese patines y prácticamente arrastraba a Julio por la bajada. El vecino, no lograba trancar sus pies en el pasto corto de la calle de rodaje y por más fuerza que hacía en el parante del ala izquierda, el avión seguía su lento avance.

Recién cuando llegó Carlitos y el terreno se niveló al llegar hasta la pista, pudieron dejarlo frenado en un lugar.

Mientras abría la puerta del lado izquierda, Julio le dijo -¿Estás listo?. Vámosnos-

Carlitos entendió que su compañero de aventura estaba preocupado y confiando en su experiencia, lo acompaño al aire.

Ya había comprobado que la gran ventaja de tener pistas cruzadas era que siempre se podía encontrar una que tuviera una orientación apropiada para operar respecto al viento.  De todas maneras, sentía dudas si no sería preferible quedarse en tierra. Por un momento y mientras el avión sacudía sus alas apenas despegaron contra el viento. Carlitos pensó en que quizás no era tan buena idea volar en Navidad.

Mientras ascendían en busca de 3000 pies, hablaron de lo increíble que había sucedido con el avión en tierra y de la suerte que habían tenido que al menos uno de ellos estaba junto al avión cuando empezó a escaparse. – Por eso es que hay que ponerle calzas, aunque con este viento creo que tampoco hubieran servido-

Julio, sintonizó la frecuencia del control de tránsito aéreo y pasó un plan de vuelo en el aire, directo a Adami. Carlitos nunca había escuchado que se podía pasar de esa forma. -Mirá vos, todos los días se aprende algo nuevo-

-En todas las horas se aprende algo nuevo – le corrigió Julio.

Carlitos pensó en que durante lo que llevaban de este vuelo, ya habían pasado muchas cosas y que realmente venía aprendiendo mucho por volar con un piloto más avanzado que él en la formación.

El Control de tránsito aéreo los transfirió con la frecuencia de Aproximación y éstos le sugirieron volar por el norte de Carrasco con rumbo “al santoral”.

Julio, que había cambiado su tono de voz para hablar con los controladores les insistió en volar una ruta directa, sobrevolando Carrasco con 3000 pies.

Carlitos no tenía claro si la decisión tenía que ver con el hecho de que habían salido sin cargar litros adicionales de combustible o si Julio estaba preocupado por el estado del tiempo.

-Aguarde- dijo el controlador y la cabina quedó en silencio durante un par de minutos.

-Muy bien, están autorizados a volar directo a Adami, notifiquen 10 millas fuera de Carrasco, mantenga 3000 pies.–

-Notificaremos 10 millas fuera, CX-BGX-

Sin dudas el viento había seguido rotando y ahora los empujaba en dirección a Montevideo.

-Vamos como taponazo vecino – Dijo sonriente Julio.

-Qué lástima no tener un GPS para ver cuál es nuestra Ground Speed-

-Nos viene bárbaro el viento de cola, la verdad que tengo ganas de llegar, ya fue mucho por hoy- Le dijo con vos cansada Julio.

-CX-BGX ¿qué ground tienen? – La voz que salía por los parlantes del avión no era la del controlador aéreo. – Saludos desde el CX-CRD, Jimenez. –

Se trataba de un piloto de Pluna, que había despegado desde Carrasco hacia unos minutos y ahora se encontraba cruzando la vertical del Aero Club de Minas. Carlitos había aprendido que era bastante habitual que pilotos que se habían formado en esas pistas, saludaran al sobrevolar y preguntaran por “Peloche” o “el Cote”.

Julio y Carlitos no llegaron a contestar y el piloto prosiguió hablando con el control de tránsito aéreo.   “Continuamos el ascenso, le informo que tenemos una componente de 40 a 50 nudos de Este a Oeste”.

-50 nudos! ¿escuchaste?- dijo Julio que había recobrado las energías.

-¡Con razón!, menos mal que agarraste el avión, si no andá a saber donde lo encontrábamos –

Llevaban menos de 20 minutos de vuelo cuando se dieron cuenta que ya estaban próximos a los limites del espacio aéreo de Carrasco y notificaron su posición.

Esta vez, venían volando con el transpondedor encendido y su sobrevuelo del Aeropuerto fue según lo planificado.

La hoja de ruta que había improvisado Carlitos desde que habían despegado desde Minas, no servía para nada. Los tiempos de vuelo no había coincido y el cálculo de combustible tampoco aportaba nada relevante. Habían llegado a Melilla en la mitad del tiempo habitual.

Para su tranquilidad, La torre de control de Adami les informó que el viento estaba en calma.

Julio, ahora con vos mucho más relajada, le ofreció a Carlitos para hacer unos “toque y sigue”, así aprovechaba a practicar un poco también en pista dura.

Carlitos estaba encantado con la idea, porque salvo algunas vueltas de pista en Canelones, no había tenido oportunidad de practicar demasiado en ese vuelo y tenía ganas de demostrar también sus habilidades.

El primer aterrizaje sirvió para aflojar un poco el cuerpo, aterrizó largo, pero casi ni se sintió, despegaron nuevamente y viraron por izquierda con rumbo al Oeste.

-BGX les informo que me llamaron de Colonia para avisarme que acaba de pasar una línea frontal muy fuerte y que viene con rumbo para acá-

-Ok, copiado-

El segundo aterrizaje salió un poco mejor, pero justo antes de aterrizar el avión se desplazó un poco hacia la izquierda, tocando algo corrido del centro de la pista.  Carlitos volvió a dar potencia y otra vez fueron al aire repitiendo la maniobras dos o treces veces más.

Ahora estaban con 1000 pies y sobre el lado Oeste de la ruta 5.

-Bueno, una más y aterrizamos ¿te parece? –

-Si si, tampoco da para seguir volando –

El indicador de los tanques de combustible mostraba que quedaba poco más de un cuarto en cada uno, pero según la comprobación visual que habían hecho en Minas, ya deberían estar cerca del límite seguro.

-x-ray ¿cuáles son sus intenciones? –

A los pilotos les llamó la atención la consulta del controlador. Ya habían avisado que estarían haciendo circuitos de tránsito y eran la única aeronave en vuelo.

-Hacemos un par más de circuitos y detención total, x-ray-

Luego de decir esto, ambos quedaron absortos al ver que por el Oeste un sola nube ocupaba todo el horizonte.

-Vieron que se acerca el frente por el Oeste ¿verdad?, hace unos minutos pasó por Colonia y ya esta llegando, viene muy rápido. Les sugiero aterricen –

La voz del controlador transmitía calma. Era una recomendación. Julio y Carlitos pudieron escucharla con claridad. Era un mensaje nada habitual. Se parecía a las veces que le pedían a su instructor que dejara de volar porque se hacía la hora de cierre del aeropuerto y el controlador se quería ir. Era una sugerencia, no una orden. Era una invitación, no un pedido.

Carlitos sacó la cámara de fotos compacta del bolsillo de su bolso y tomó algunas fotos a aquella línrs frontal que se veía venir a lo lejos.

-Agradecido, le respondió Julio, vamos para detención total-

Carlitos, redujo la potencia del motor buscando la velocidad óptima para iniciar por última vez la maniobra de aterrizaje.

Julio continuaba mirando por la ventana el avance del frente.

-x-ray autorizado a aterrizar, Bajen ahora, la línea ya está en el Santa Lucía-

Ni bien terminó de decir estás últimas palabras, el avión que estaba empezando a virar para quedar perpendicular a la pista, empezó a ser literalmente succionado por la masa de aire. Carlitos sintió que el Cessna se terminó de acomodar solo en dirección Este Oeste y de forma instintiva apretó la palanca de potencia y volvió a cerrar el aire caliente del motor.

Julio interpretó inmediatamente lo que estaba pasando y le marcó un punto en el pasto a unos metros de la pista para que Carlitos picara el avión hacia ese lugar a una distancia suficiente para luego recuperar la senda de planeo y aterrizar.

Los dos vecinos, estaban huyendo de la nube, empujando el avión contra el planeta. Estaban a menos de 200 metros de altura, con potencia como para ir a más de 200 km/h pero el avión apenas avanzaba. O al menos eso sentían ellos.

Fue si no hasta unos segundos antes de cortar la trayectoria y nivelar el avión que no se volvió a sentir todo normal. Tanto así que Carlitos no tuvo necesidad de corregir la deriva del viento en el aterrizaje.

Aterrizó duro, largo y ni intentó frenar para salir por la calle central.

El controlador los autorizó para rodar de regreso por la pista y volvieron bastante rápido hasta llegar a la plataforma.

Carlitos se bajó del avión a la altura de los surtidores de combustible para sacarle alguna foto más a la tormenta.

Julio, continuó rumbo al hangar para ir atando el avión.

Tan solo unos segundos después, el frente llegó a la pista, levantando una columna de tierra y haciéndola girar como si fuera un torbellino justo frente a la torre de control.

Al costado de la pista, habían estado haciendo unos trabajos con maquinaria pesada y había mucha tierra suelta que ahora volaba y pegaba contra todo. Carlitos tuvo que tapar su cara con las manos y darle la espalda al viento.

Unos doscientos metros más adelante, estaba Julio, como en Minas, colgado del parante del Cessna 150, que ahora como si fuera una zombrilla en la playa, quería volver a volar.

Carlitos corrió tan rápido como pudo. Esta vez no se reía.

Llegó hasta el parante derecho y le sumó sus 90 kg de peso para calmar a la criatura e impedir que continuara rebotando.

Hicieron fuerza con Julio y la lograron llevar hacia el lugar donde tenían las estacas en el suelo para atarla. Cuando por fin terminaron, el viento más fuerte había pasado y ambos se dejaron caer exhaustos.

Antes de regresar con su familia, publicó en Facebook las fotos que había tomado de la tormenta y los remolinos de tierra frente a la torre de control.

Emprendió su regreso por el anillo perimetral para llegar a tiempo al almuerzo familiar de Navidad. Ahora había más movimiento en ambas direcciones, y se dio cuenta que tenía que enforcarse en la conducción del auto, llevaba unos segundos con la mirada fija, como si todavía su mente estuviera arriba del avión. Manejó a 45 km/h y llegó a el Pinar con mucha prudencia. Meditó en el viaje sobre todo lo que había vivido y las causas y consecuencias de cada decisión. Trató de sentirse un piloto de avión al volante de un auto, no por ir diciendo las matrículas en alfabeto aeronáutico, no por llevar la línea blanca entre las ruedas, si no por sentir el motor, aprovechar el exceso de inercia, evitar frenar en forma excesiva, mantener distancias seguras con los demás vehículos, respetar las normas de tránsito. Pensó también en que la mejor carta de presentación que podía tener era llegar en hora, con el auto limpio, manejando sin imprudencias. Eso hablaba de él como piloto también.

Estaba agotado y le echó la culpa a lo mal que había dormido en la noche, para no contar nada del vuelo y asustar a su esposa.

Al día siguiente, por Facebook lo contactó un meteorólogo de la Fuerza Aérea Uruguaya para pedirle permiso para usar sus fotos en un artículo que acababa de terminar. En él, estaban todos los detalles sobre los 3 tornados que se habían formado a esa misma hora, a unos 10 kilómetros al norte del aeropuerto de Melilla y habían ocasionado importantes destrozos, teniendo un diámetro no menor a 40 metros cada uno con intensidades de entre 75 y 100 km/h.

Después de ese vuelo, Carlitos se dio cuenta que, así como no se puede ser prudente a medias al manejar el auto, tampoco se puede ser piloto responsable a medias. Cada hora de vuelo implicaba muchas cosas, varias horas entre traslados y organización, dejar su casa y su familia, y también había que hacer una inversión de dinero. No podía dejar que el sentido de la oportunidad o la urgencia, le hicieran bajar la guardia en la planificación, seguridad operacional y criterio.

Bastó un solo vuelo, para ver cuánto le faltaba por aprender aún y cuánto tenía que crecer como persona para lograr ser mejor piloto en la próxima hora de vuelo.

-FIN-

Hay muchas cosas que podemos delegar para ser más eficientes en nuestro trabajo o rutina familiar. Pero la aviación nos exige a los Pilotos privados, asumir la responsabilidad siempre. Leer, prepararnos, preparar el vuelo, seguir aprendiendo. Ser criteriosos, pensar en la seguridad operacional siempre. Los pilotos no son mejores personas, pero deben exigirse conductas dentro y fuera del avión para poder volar y regresar a salvo a sus casas y si el avión se puede seguir utilizando mejor.
Martín Filippi
[email protected]

Me gusta volar, me gusta su ciencia, la historia de los hombres y mujeres que hicieron realidad lo que parecía imposible. Me gusta lo que la experiencia o el anhelo del vuelo tiene el potencial de modificar en nuestra percepción de la realidad, de los límites, de los desafíos. Dedico una parte importante de mi tiempo libre a impulsar este proyecto, con la visión de que si nos lo proponemos, podemos desencadenar un cambio semejante en aquellos que todavía creen que para volar hacen falta alas.

2 Comments
  • Marcelo Vázquez
    Posted at 09:44h, 05 noviembre Responder

    Prepare el mate y puse el asistente de lectura de mi PC, una plegable y con vista al patio donde puedo ver el cielo casi por completo. Las esposas son todas iguales? o nos pasa a nosotros , los que nos damos un permitido de vez en cuando? Uy que experiencia!, que navidad! Cada detalle cuenta en la planificación y a cada hora se aprende algo nuevo. Justo para ilustrar la lectura, aquí en Salto sopla un viento intenso y sobrevuela un Cessna a Nueva Hespérides. Disfrute la experiencia.

  • Wiston Ríos
    Posted at 00:32h, 04 noviembre Responder

    Tremenda anécdota!!
    Saludos!!

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