Carlitos Rey – Capítulo 13: “Evacuando aguas menores en Pluna”

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Bichicome era sin dudas el peor apodo que Carlitos había escuchado en la aviación y precisamente no era para definir las cualidades de pilotaje de algún colega, sino para referirse a uno de los exitosos empresarios del sector, que según contaban, les cobraba a sus clientes el hospedaje para los pilotos en los vuelos privados que vendía a Buenos Aires, pero les obligaba a éstos a dormir en el avión o en su defecto a pagarlo de sus bolsillos.

A Carlitos, que no tenía familiares que estuvieran en la industria aeronáutica, sólo le tomó algunas semanas darse cuenta de que, al menos en Uruguay, los empresarios de aviación no tenían casi nada de ese glamur, profesionalismo y ética empresarial que dos por tres pavoneaban en la revista Galería cuando posaban junto a deportistas o políticos que habían contratado sus servicios.

El fenómeno se derramaba en cascada, chorreaba cuando desde la autoridad aeronáutica pedían viáticos y pasajes para ir de gira al extranjero a certificar las instalaciones de los proveedores mundialmente reconocidos y hacía charcos en las pistas de estancias a dónde llegaban las empresas de taxi aéreo con el radar apagado. Salpicaba cuando algún mecánico metía mano para arreglar un avión agrícola en un campo no preparado pero la firma para dejar constancia del arreglo se hacía en un taller avalado a cientos de kilómetros de distancia. Echa la ley, hecha la trampa.

Siempre parecía haber alguien más arriba en la cadena que algo mal estaba haciendo o que a los ojos de los demás, algo turbio estaba ocultando.

En aquél entonces, la situación de varios instructores de vuelo no era ajena a esa vorágine del todos contra todos y el hedor terminaba por ensuciar a los inocentes alumnos pilotos.

Carlitos río con frustración después de pagar el boleto en el último 142 que salía frente al aeropuerto. “Voy a recuperar el dinero que estoy invirtiendo en el curso, haciendo vuelos de paseo a compañeros de trabajo o poniéndome a trabajar en una empresita de taxi aéreo”. Entre tantas personas que le habían preguntado si en Uruguay se podía trabajar de piloto, recordaba que su esposa le había encomendado que averiguara bien si eso era posible, porque conociéndolo, una vez que empezara, no iba a dejar de volar.

Su instructor también se lo había dicho en las primeras clases, y luego al final del curso se lo había vuelto a recomendar. –Vos tenete siempre los cartones al día, porque cada vez vas a querer volar más, más alto, más rápido y esto es un vicio-

Más de una vez le pidió para darle clases teóricas y cobrarle en la mano, porque no tenía dinero para pagar la nafta del auto y viajar hasta el aeropuerto para dar clases al día siguiente.

Muchos de los instructores eran pilotos agrícolas que daban clases los meses que no había zafra y así como las Escuelas tenían un solo avión entrenador y a veces quedaban fuera de orden de vuelo por muchas semanas, los instructores desaparecían unos meses y los alumnos quedaban en banda.

Como ser instructor era una especie de trabajo eventual, la mayoría estaba en negro, no tenían seguro de salud, accidentes o licencia, pero a cambio seguían sumando horas de vuelo. Obvio que esto también les dejaba en una situación de cierta ventaja ante sus empleadores porque cualquier desacuerdo podría eventualmente terminar en el Ministerio de Trabajo, pero de hacerlo, el instructor sabría que estaría poniendo fin a su carrera aeronáutica en el país.

Claro que también los instructores siempre eran los primeros en ser convocados a volar si aparecía alguien dispuesto a pagar un vuelo privado, o si algún alumno pudiente decidía comprarse un avión en Estados Unidos, sería convencido de hacer el ferry con su Instructor de confianza. Por eso, más allá del romanticismo y toda la mística inigualable que tiene ser instructor de vuelo, en una industria donde los curriculums cotizan en horas de vuelo, ser instructor, pese a aquellas condiciones tenía sus ventajas.

De ir y venir a los festivales, de escuchar a otros pilotos hablar, chismear y quejarse, Carlitos fue aprendiendo que la industria aeronáutica está regida por ciertos Zares y por sus hijos. Si uno toma el mapa del país y lo divide según las familias, empresas o lobbys de poder, terminará con un mapa táctico como el que aparecía en la presentación de la serie “Game of Trhones”.

Así, ese cotorrerío barato de personas que trabajan o se acercan a la aeronáutica, pero aborrecen su verdadero espíritu, se encargaría de definir cada uno de los clanes. “Aquél que está allá, el gordo, ese es desde hace 20 años el presidente del Aero Club, lo más gracioso que los socios son sus familiares o viejos que no vuelan, tiene una empresa de taxi aéreo con un socio que no aparece en ningún registro de la DINACIA, pero la verdad es que los taxis los hace en el avión del Aero club y lo arreglos del motor se los paga la DINANCIA, flor de chanta”.-

-Aquél otro, para ser milico es flor de ladrón y te lo digo yo que soy retirado. Ese le vendió la iluminación a la pista de una arrocera y le fue llevando de a una las luces del Aeropuerto que le tocaba ser director. El hijo de su madre, las daba por quemadas y desmanteló media pista hasta que los de la arrocera lo denunciaron. Como tenía cuña, lo trasladaron como jefe a otro aeropuerto.-

-Aquél otro le pega a los alumno-, -Aquella no sabés lo que hizo para ser encargada en DINACIA-, -En tal escuela no vueles porque el avión es indomable-, -Nunca lleves a hacer el service al taller del alemán porque te afanan piezas-.

Carlitos no contaba a sus familiares ni la mitad de las cosas que escuchaba, prefería que para los de afuera, la aviación siguiera siendo una actividad que transmitiera seguridad y placer.

No fue sino hasta esa vez en qué le cayó la ficha al subirse al ómnibus, de que sería imposible bancarse económicamente a sí mismo, simplemente organizando algún vuelo bautismo cada tanto, que no empezó a pensar e investigar sobre las opciones laborales en el país.

Después de haber llevado y traído con éxito a varios amigos, familiares y compañeros de trabajo, se sentía muy conforme con su capacidad para cumplir con la tarea y la idea de trabajar de aquello no le desagradaba.

Se imaginaba despertándose en la madrugada por el llamado del teléfono y al responder sería el dueño de la empresa que le pedía que preparara el avión que había surgido un vuelo a Brasil o Argentina. En el auto, siempre estaría pronta una valija de mano con mudas de ropa y en un termito chico llevaría café mientras manejaba su auto rumbo al Aeropuerto.

Era mejor ser el piloto de emergencias en una empresa de taxi que estar todas las semanas volando para una aerolínea y perderse los cumpleaños. Bueno, eso era lo que se imaginaba, nadie se lo había contado ni había podido preguntárselo a nadie.  El único dato de la realidad que tenía era que los hijos de pilotos que conocía, todos habían tenido una formación meteórica y ya estaban aprontándose a ingresar a esas aerolíneas.

Siguiendo los consejos de su instructor, luego de recibirse de Piloto Privado, Carlitos se enfocó en “Volá todo lo que puedas, estudiá todo lo que puedas, tené tus cartones al día”.

Entonces un día, contactó a una pareja de españoles que se habían instalado en el Aero Club de Canelones para intentar afincar en Uruguay una planta de armado de giroaviones. Mensaje va, mensaje viene, Carlitos logró una invitación para probarlos en vuelo. La cita fue para una tarde de un día entre semana en pleno horario laboral, por lo tanto, llegado el día y confirmado el buen tiempo, tuvo que pedirle permiso a su jefe para ir al dentista por un dolor de muela muy fuerte y viajó 45 kilómetros hasta el aeródromo.

-Que bueno que no tenemos dificultades con el idioma- bromearon.

La charla introductoria fue muy amena, la pareja no sólo le mostró algunos videos de su fábrica en España y de las travesías que se hacían entre ciudades en las que participaban varios pilotos, sino que además le hicieron una detallada explicación de los principios aerodinámicos de la aeronave y de cómo se volaba.

Al parecer, en algunas comunidades de España, los giroaviones se usaban para dominguear y recorrer el país.

Carlitos, con un poco de vergüenza, les volvió a aclarar que no estaba interesado en comprar el Giroavión sino que lo que quería era ganar experiencia de vuelo.

– ¡Venga hombre! ¡Que no te preocupes! Que nosotros sabemos que cuando te bajes vas a querer comprarte uno–

En el Aero Club no había nadie más que ellos a esa hora, estaban en la cabecera opuesta a dónde se encuentra la Cantina y el dueño de la empresa y piloto encargado de las demostraciones despegó para realizar un vuelo rápido de pruebas luego del ensamblaje de la maquina voladora.

-Vas a ver lo seguro que son, ¡son la ostia! – Le comentó a Carlitos la esposa y socia del piloto.

No había palabras para describir lo espectacular de las maniobras acrobáticas que realizaba el experimentadísimo piloto. Carlitos no sabía hasta ese entonces que esa cruza entre helicóptero y avión podía volar invertido, hacer tirabuzones y vuelos rasantes.

-Verás que ahora apagará el motor y aterrizará en auto-rotación. ¡A que flipas!-

-Vamos es tu turno, ponte el mono de vuelo. – Carlitos seguía tratando de entender que era aquello de la auto rotación. Como concepto era algo que desconocía, pero al parecer el giroavión habría aterrizado solo, bajando en forma vertical y con el motor apagado.

El asiento trasero era amplio, iba un poco más elevado que el del piloto y tal cual le habían adelantado tenía todas las comodidades para el máximo confort. El casco tenía incluido un intercomunicador y se podía optar por reproducir música con un MP3.

-Bueno tío ¿estás pronto para experimentar el vuelo? –

-Afirmativo- respondió Carlitos, usando la fraseología internacional, ya un poco aturdido de tantos términos ibéricos que no conocía.

Justo cuando el piloto estaba por encender el motor, fueron interrumpidos. –¡Espera!, ¡que te esperes un momento!, ¡que no se ha puesto el mono de vuelo! –

Carlitos…. Carlitos no sabía que hacer ni decir ¿Acaso no era él, el Monkey Pilot?. A Carlitos le habían contado que cuando recién empezabas a trabajar en una aerolínea o empresa de aviación, tenías que si o si agarrar todos los vuelos disponibles, sin importar los horarios, ni los días. Esa era la forma de sumar rápidamente experiencia y ganarte la confianza de los dueños.

Pero cuando vio que la mujer sacaba de una bolsa un mameluco color verde, se dio cuenta que las diferencias idiomáticas existían.

-Nosotros nos tomamos muy en serio la seguridad. Debes usar el mono para evitar que algo pueda dañar las palas-

Mientras sobrevolaban el Aeroclub y Carlitos aprendía lo sencilla de controlar que era la aeronave, recordó los consejos de su instructor y pensó en lo valioso que estaba siendo todo este aprendizaje. Sin dudas, había mucha aviación por descubrir y mucho por crecer como piloto.

Al atardecer y para terminar la demostración, sobrevolaron la ciudad de Canelones y comenzaron un descenso en espiral sobre un pequeño espejo de agua próximo al frigorífico. Habían estado hablando sobre la cantidad de horas de vuelo que tenía Carlitos y sobre los planes que tenía la empresa en Uruguay -Ojalá precisemos contratar varios pilotos- 

La tarde estaba serena, el giroavión sin potencia. Volaban en silencio y gracias a la excelente calidad de los equipos se escuchaban sin problema. Carlitos había llevado su mano izquierda en el joystick y estaba feliz de que el viraje cerrado y escarpado por derecha le hubiese generado un pequeño reconocimiento del piloto. -Lo vuelas muy bien, ¡enhorabuena! –  

En el medio del estanque había una especie de caño de agua que sobresalía unos centímetros y servía como guía para ver cómo iban descendiendo sobre un mismo centro, girando en un vuelo similar al de las sillitas voladoras de los parques infantiles.

Aquellas piscinas no eran naturales y Carlitos empezó a detenerse en los detalles. Ahora que estaban cada vez más cerca, podía ver las distintas conexiones que había en los caños, las aperturas y las cloacas de paso de nivel. Juntos, trataron de deducir para que se utilizaría esa agua, mientras seguían girando en descenso a unos 15 metros de altura.

Pasaron uno segundos sin hablar del giroavión, ni del motor ni de sus prestaciones. En el estómago, Carlitos tenía una sensación rara como de mareo.

Ambos guardaron silencio.

A Carlitos se le cruzaron dos cosas por la mente, la primera fue sobre un accidente horrible en la que las diferencias idiomáticas entre pilotos y torre de control provocó la muerte de centenares de pasajeros en plena pista. La segunda, en la vergüenza que sentiría si terminaban como unos idiotas hundiéndose en esas tinas.

Instintivamente, volvió a cerrar su mano sobre el joystick buscando sentir que el piloto tenía también presión sobre el otro control.   –Tienes el mando del Giroavión, ¿verdad?- preguntó al mismo tiempo el dueño del aparato. En su tono se notaba preocupación.

A Carlitos se le fueron todas las dudas instantáneamente. Hacía ya unos cuantos minutos que le había dicho “Tuyo el avión” para devolverle los controles luego de haber iniciado ese viraje cerrado digno de una película de acción, pero, una vez más, quizás las diferencias idiomáticas les habían jugado una mala pasada y habían estado girando y descendiendo sin control efectivo sobre los comandos.

Sin contestarle, niveló las alas, dio potencia y ascendieron al tiempo que su cuerpo les rezongaba por haber estado tanto tiempo girando inclinados y enderezarse abruptamente. Si antes se sentía mareado, ahora tuvo que esforzarse por no vomitar.

Sin saber lo que había ocurrido, el español le regaló otro “¡qué bien lo has hecho!”.

En Santiago de Chile y durante un fin de semana libre del proyecto por el que había viajado, caminó hasta el Club de Planeadores de Vitacura y sintió sana envidia por los pilotos de aquel país. Después de pasar una tarde mirando por primera vez los remolques, despegues y aterrizajes desde una de las banquetas que había al costado de la pista, se animó y coordinó un vuelo para el fin de semana siguiente.

Así sumó otra experiencia de vuelo increíble, volando en la precordillera, piloteando a vela y sintiendo al viento y a la aerodinámica como ningún libro lo había sabido explicar.

En Rocha, pudo volar una reliquia, un Piper J3 del año 1946, uno de esos aviones que había que volar y no dejar que a uno se lo contaran. Es cierto que tuvo algunos problemas para entrar en la ajustada cabina y ni que hablar de abrochar el cinturón de seguridad, pero volando bajito contra los médanos se disminuía cualquier riesgo por caídas.

En Uruguay comenzaban a aparecer los primeros Trikes y parapentes y no había duda de que siempre habría algo para volar.

Siguiendo los consejos de su instructor, comenzó a conseguir materiales de estudio para presentar en forma libre los exámenes teóricos que venían luego del de piloto privado.

Resultó que los pilotos estudiaban todos de fuentes distintas ya que, si bien había una lista de bibliografía publicada, nadie se ponía de acuerdo en qué capítulos estudiar, qué partes de cada tema iban o no y ni pensar en algo así como un manual oficial.

Su casa empezó a llenarse de fotocopias, apuntes, libros muy viejos que conseguía prestados e impresiones de archivos de powerpoint que alguien conseguía del Instituto de Adiestramiento Aeronáutico.

Leía cada vez que podía y pasó muchas semanas almorzando y leyendo en el cuartito de limpieza de la oficina ya que era el lugar más silencioso.

En los exámenes, se juntaban alumnos de distintas escuelas e instructores y se podía ver como los distintos clanes hacían lucir sus contactos con el personal de la DINACIA.

Cuando finalmente llegaba el día del examen y no se había suspendido a último momento como solía pasar. Los alumnos iban preparados a dar batalla. Carlitos siempre llevaba una lista de temas a refutar porque su instructor sabía que los inspectores gustaban de poner preguntas para alumnos del Instituto de Adiestramiento Aeronáutico, pero no estaban dentro de los temarios publicados por la Autoridad Aeronáutica. –Si te ponen la regla 60/1 no la contestes y decile que esa pregunta se tiene que anular porque esa es una regla de uso militar y el examen es para civiles-

Otros alumnos, copiaban abierta o directamente pedían las respuestas en voz alta. -Che, en la segunda, ¿es bravo o echo?-  El personal que estaba a cargo de controlar el examen se limitaba a dar advertencias: “silencio muchachos por favor no hablen- o para colmo, muchas veces dejaban el salón sin custodiar.

Carlitos no salía de su asombro, ¿así se controlaba la formación teórica de los futuros pilotos? Si la gente supiera que este es el grado de rigurosidad, nadie se animaría a volar.

Lo más provechoso de los días de exámenes, era encontrarse personalmente con pilotos de su generación con quienes solían chatear en los foros de internet y coincidir en los festivales. Allí se ponían al día en temas más personales y comentaban oportunidades laborales.

Los que estaban más avanzados a veces se daban una vuelta ese día para recuperar sus materiales de estudio que habían prestado y de paso hacer algún trámite en personal aeronáutico.

En uno de esos exámenes, se enteró que Martín finalmente había quedado como piloto de paracaidistas en Canelones. Se había pasado casi un año, yendo sábados y domingos acompañando al piloto anterior por las dudas que por algún motivo no pudiera volar un día. Cuando finalmente consiguió algo mejor, le cedió el turno a Martín.  Ahí había que estar todo el día, siempre disponible porque los paracaidistas pagaban por el vuelo. Era un vuelo desafiante, despegar pesado, volar sin puerta, ganar altura subiendo en círculos, poner el avión en el lugar apropiado para saltar según el viento, sacar la potencia, pisar los frenos, cruzar los dedos para que nada se rompa al colgarse del ala los paracaidistas y bajar rápido para otro salto, esquivando a los que aún no habían caído.

Sin dudas, era más divertido que hacer vuelos bautismo y lo mejor de todo era que era un trabajo pago. De enero a marzo los saltos se hacían en Punta del Este.

El verano siguiente, Carlitos fue a El Jaguël a visitarlo a Martín para ver un poco como era la movida allá. Llegó temprano, el día estaba radiante y el avión estaba estacionado en la plataforma junto a la terminal de pasajeros. Cuando se acercó a la cabina y miró por la ventana, pudo ver a Martín despertándose. Estaba acostado en la parte trasera.

-Duermo en el avión porque si me pago hospedaje y traslado todos los días, al final no gano un mango- 

-Acá me paso el día entero, este es mi Punta del Este-

Otra vez, Carlitos prefería no contar en su casa estos pormenores del diario vivir de un piloto comercial.

Siguió leyendo y aprendiendo sobre meteorología, hélices de paso variable, toma de decisiones, factores humanos y para seguir volando y teniendo sus cartones al día, comenzó el curso de vuelo por instrumentos. Su biblioteca ahora tenía ejemplares de todos los libros que, si o si había que leer, estaban todas las biblias que recomendaban en la revista Flying y también manuales de aviones que guardaba por si algún día tenía tiempo para revisar.

El examen de inglés aeronáutico también lo salvó luego de varios meses de escuchar podcasts sobre aviación para familiarizarse con la pronunciación y por las dudas cuando fue a renovar su examen psicofísico también pidió que lo examinaran para el clase 1, el que les pedían a los pilotos de aerolíneas.

En el trabajo, en lugar de escuchar programas de humor o música, se ponía los auriculares y escuchaba durante horas la frecuencia aeronáutica. Su instructor del curso de instrumentos le había enseñado a apuntar las autorizaciones de despegue y practicaba anotarlas y repetirlas junto a los pilotos de los aviones comerciales.

Poco a poco iba conociendo sobre más trabajos aéreos en Uruguay, muchos de los cuales no sabía que existían. Un día, un piloto amigo de su instructor se había ido de gira al norte del país para llevar a unos cazadores que antes de salir por tierra, preferían recorrer por aire varios departamentos en busca de sus preciadas presas.

También una tarde que pidió para visitar la torre de control del aeropuerto de Punta del Este, le contaron que en invierno había aviones que salían a sobrevolar el mar en busca de grandes cardúmenes para orientar a los barcos pesqueros. Controlar a esos vuelos y guiar a los funcionarios que cazaban mulitas en los campos del aeropuerto eran de las tareas más entretenidas para los controladores en baja temporada.

Para los pilotos civiles las opciones laborales en Uruguay no eran demasiadas. Carlitos seguía evaluando alternativas para definir un plan que le permitiera trabajar para pagar sus horas de vuelo, pero sin perder la emoción por volar.

Dicen que cuando trabajás de lo que te gusta no lo considerás un trabajo, pero a él le preocupaba que en una comunidad tan tóxica como estaba descubriendo, eso no fuera posible.

Por supuesto que también había estímulos positivos, conoció laburantes honrados y empresarios de los que nadie decía nada malo o comprobable. También había pilotos comerciales que parecían estar por encima de todos los problemas, pero cuando investigaba un poquito era gente que realmente no estaba trabajando sino disimulando. Se trataba muchas veces de ex comandantes de Pluna o retirados militares que junto a otros colegas compraban un avión y hacían uno o dos vuelos pagos por año. Pero eso les permitía seguir en actividad y figurar como empresarios. Se sumaban así a cuanta cámara de empresarios hubiera y garroneaban viajes a ferias internacionales o escribían cartas aberrantes en los medios de prensa aparentando tener una gran representatividad en la comunidad aeronáutica.

En Melilla, durante el verano aparecía el avión cartelero y había otro volando en Punta del Este. Parecía una buena opción también. Bastante adrenalina al comienzo del vuelo para hacer el enganche, luego volar lento por encima de las playas y para el final jugar al tiro al blanco para que el cartel cayera en la base.

Pero cada avión tenía un solo piloto al que se le había enseñado el oficio. Volar lento en verano era sinónimo de morirse de calor y con los vientos costeros había que estar luchando todo el tiempo. Fernando un amigo que después de buscar oportunidades durante al menos tres años había conseguido esa changa, le confesaba que era un embole bárbaro y que esperaba que el dueño de la empresa lo tuviera en cuenta para hacer taxi aéreo. Ya estaba cansado de las turbulencias.

José, el más veterano de sus conocidos había invertido en una parte de un avión que sería utilizado para la patrulla forestal y eso le permitiría estar volando casi todos los días en busca de focos de incendios que afectaran a los productores de madera. Había calculado que volando varios veranos podría recuperar en horas su inversión en el avión. Pero no cualquiera podía comprar un paquete de horas tan caro.

Había empresas, por no decir casi todas, que tenían un vinculo directo o de consanguineidad con la Fuerza Aérea. Eso, era complicado.

Todavía en aquellos tiempos, los pilotos militares abandonaban la fuerza para pasarse al ámbito civil. Por supuesto que a los pilotos civiles que estaban luchando para sumar horas les caía muy mal esa competencia injusta, pero el peor de todos los problemas era cuando las personas que tenían que controlar a esas empresas y las que tenían que regularlas mantenían viva a la familia militar. Así, este fenómeno que desde los orígenes de los vuelos comerciales post segunda guerra mundial fue erradicándose en buena parte del mundo, en Uruguay se mantenía fuerte y no tan claro.

Para los pilotos más jóvenes era toda una paradoja. Ser piloto militar parecía un sueño, al menos serlo como Top Gun o los Pilotos de Malvinas. Ser piloto de la Fuerza Aérea Uruguaya y volar Drangonflys o Pilatus, hacer padrones de tiro, volar rasante sobre el mar, volar en formación, era algo que a todos les daba ganas. ¿Cómo podía ser que esos mismos pilotos quisieran venir a los magros trabajos en la aviación civil?

La explicación que daban algunos era bastante lógica. Las empresas que quieren que les vaya bien con todos los trámites y permisos, precisan tener como jefes a gente que haya sido Fuerza Aérea. – ¿A caso no te llama la atención que los encargados de recursos humanos o los gerentes de operaciones siempre sean retirados militares? ¿A quienes te parece que prefieren tener como empleados? Obvio, a sus subordinados-

Carlitos poco a poco empezaba a entender como funcionaba la industria aeronáutica en Uruguay. No sólo había zares, reyes o feudos, también había un estado paralelo corrompido por la anarquía de años sin política aeronáutica, del desarrollo de las capacidades en materia aeronáutica del país muriendo por sobre diagnóstico y de pseudo-empresarios que como aves de presa carroñaban la formación aeronáutica, el aeropostale y los taxis aéreos.

El panorama para conseguir como pagar sus horas de vuelo seguía complicándose.

La Aviación crecía en toda América y Copa Airlines y Lan Chile se nutrían de primeros oficiales. Carlitos trataba de ir los días de entrevistas para ver un poco lo que se veía. Generalmente eran en el hotel Victoria Plaza en el Centro de Montevideo y como eso le quedaba muy cerca de su oficina, aprovechaba.

Era tragicómico ver desfilar a pilotos con el uniforme militar presentándose a esos llamados a plena luz del día. También asistían instructores y pilotos consagrados.

Cuando unos meses después Carlitos los volvía a ver hablando apoyados en la puerta del Hangar, confirmaba que no habían quedado seleccionados.

Tan dudoso estaba el panorama que cuando LAN Chile invitó a los postulantes a una prueba de aterrizaje por instrumentos en simulador, solamente uno de los cien anotados logró alcanzar el estándar mínimo requerido. La sorpresa fue que los evaluadores les pidieron ejecutar un procedimiento ILS en el Aeropuerto de Santiago de Chile y los postulantes no practicaban otra cosa que no fuesen las llegadas a Carrasco.

Su propio instructor, una vez le contó que cuando lo llamaron de Pluna para ofrecerle que dejara sus datos por si había una oportunidad, se calentó y les dijo que era una vergüenza que no le llamaran directamente para contratarlo, con la cantidad de horas de instrucción que tenía, con los miles de hectáreas que había sembrado, con los cursos que había dictado en el Instituto de Adiestramiento Aeronáutico y con su pasado por la Fuerza Aérea. 

Decía que: “la minita” que le había llamado no sabía nada de aviación, que no era capaz de distinguir un Boeing de un Antonov y que le estaba pidiendo que fuera a dejar una muestra de orina para empezar el proceso. 

-¿Una muestra de orina?, ¡ustedes lo que precisan son comandantes con mi experiencia y vos me pedís una muestra de orina!-

Extrañamente no le habían vuelto a llamar y él no podía entender por qué. “Son unos ineptos” decía cada tanto.

Otro instructor fue el que le dijo que la mejor plata que se podía invertir en Uruguay era en un avión de trabajos agrícolas. Porque ahí no daban abasto de tanto trabajo y que sólo los podían pilotear los mejores.

Algo Carlitos ya había estado aprendiendo, en el mapa de familias, los aeroagricolas estaban muy fuertes, sobre todo cuanto más lejos de la capital estuviera su área de trabajo.  Se volaba bajo, sin plan de vuelo, se hacían maniobras acrobáticas, se usaban buenos aviones y lo que a él más le gustaba, se aterrizaba en cualquier lado. 

El problema era que, para ingresar a una empresa como piloto, había que ser familiar del dueño o dueño del avión. O pasarse un par de zafras trabajando como auxiliar e implorarles a los dioses por una oportunidad. Además, no había aviones para dar clases, sólo para trabajar y había que reunir mucha experiencia para calificar como piloto agrícola.

Los que ya lo habían conseguido igualmente solían decir que: “Piloto agrícola se nacía”.

El camino como piloto civil de aviones estaba cada vez más acotado, sin embargo, un sábado mientras preparaba el C-150 para llevar a un amigo a su primer vuelo de bautismo, se encontró con un piloto amigo que estaba trabajando con ese mismo avión.

En la parte de atrás, tenía un maletín con una laptop y le habían agregado una antena, justo debajo de los asientos.

-Carlitos, vos vas a volar por acá cerca ¿verdad?. Porque si me llaman tengo una hora para estar en el aire-

-¿De qué estás trabajando?-

-Ahh pensé que ya te habías enterado. ¿Viste la empresa que ofrece rastreo satelital de vehículos robados?. ¡Bueno yo soy el satélite!.

-¿Uy que bueno, pero qué hacés bien?- Se interesó Carlitos.

-Cuando roban una camioneta Hilux en Punta del Este, me pegan el aviso y yo me voy volando bien alto hacia la frontera con Argentina. Acá pusimos una antena y con un software que hay en la compu, podemos rastrear el chip que va en la Camioneta. Generalmente los detecto a mitad de camino y les aviso a los de la empresa.-

Carlitos se quedó tan interesado que casi pierde el horario del plan de vuelo para volar con su amigo. El trabajo era sin riesgos ya que por contrato sólo se podía volar con buen tiempo y de día. Se volaba tranquilo, escuchando música y tomando mate y había un desafío que era encontrar la camioneta robada. En cada trabajo se sumaban varias horas de vuelo y se solía operar en distintos aeropuertos del interior.  Según el piloto, la parte complicada era cuando venían ganas de ir al baño y ya habías subido a 8000 pies, pero uno se terminaba acostumbrando a usar la botellita.

“Oportunidades entonces parece que hay”, se decía a si mismo Carlitos para convencerse de seguir adelante con su carrera. A menudo su instructor del curso de instrumentos le decía “Vos preocupate por ser el mejor piloto que puedas. Conocé a tu avión, respetá a la meteo y tratá de no pelearte con nadie, que las oportunidades van a llegar.  Que acá hay gente que hace 50 años que está en la vuelta y nunca se subió a una cabina de aerolínea. El Universo vibra en muchas frecuencias y tenés que tratar de ser uno con El Universo.”

Carlitos no era para nada un tipo supersticioso y mucho menos en lo que tenía que ver con la aviación.  Una vez, había repetido una frase que decía “God is My Copilot” y su instructor se la había criticado diciendo “más vale que tu copiloto sepa las listas de emergencias y hacer radio porque sino a Dios le vas a ver la cara muy rápido”.

Pero lo que era innegable era que cada vez más seguido, los aviones pasaban por arriba suyo.

Así, exactamente por su vertical, como si justo él se parara arriba de una radio ayuda y en los momentos y lugares menos pensados, aparecía un avión pasando justo por ahí.

A veces eran los aviones habituales, pero cada tanto el que aparecía era uno de esos aviones que venían poco a Montevideo o que sorprendían por lo bajo que pasaban.

Con el tiempo se empezó a dar cuenta que en muchos momentos de su vida estas pasadas de aviones habían sido muy significativas. Se acordaba la vez que el show de la escuadrilla de humo de la Fuerza Aérea Brasilera hizo su mejor truco justo encima suyo en la rambla al punto de emocionarlo y confirmarle que tenía que hacer el curso de piloto. O aquella vez que mientras hablaba sobre el futuro con su esposa durante la luna de miel en Brasil, caminando por una playa desierta los sorprendió un jet de combate pasando rasante por el mar y le dijo a ella que lo que él quería era volar…

Tanto pasaba esto que un poco enserio un poco en broma, empezó a estirar el brazo apuntando directamente al cielo cada vez que sentía un avión cerca y le decía a su esposa que fuera testigo de que el avión pasaría por encima suyo.

Ella, todas las veces le decía: “es casualidad, debe haber una ruta aérea por acá”.

Aviones grandes, chicos, militares o civiles, marcaban su presencia en momentos clave.

A Carlitos le encantaba estar en la playa en verano y ver como pasaban los vuelos de paseo o taxis aéreos. Adivinar sus matrículas, calcular su altitud y aclararle dudas a quien tuviera al lado. -Esos helicópteros son nuevos ¿no?-

-No. Son de la época de Vietnam pero los tienen muy bien mantenidos-

-Ese avión es raro ¿no?-

-Si, Es un chupa y tira. Tiene dos motores, uno para adelante y otro para atrás, hay uno sólo en Uruguay-

-Esa avioneta es como la que volás vos ¿verdad?-

-Si, ese es un Cessna. Es de otra escuela, lo pintaron este año. Tiene la cabina recién hecha esta precioso-

También le gustaba adivinar por dónde aparecería el avión en el horizonte cuando a penas se escuchaba su motor en la playa. Por momentos se imaginaba que estaba en un nido con una ametralladora anti aérea como del que huyó justo a tiempo su abuelo en Italia y buscaba en el cielo al enemigo que se aproximaba para bombardear el pueblo.

Algunas noches, subía a la terraza del edificio y escuchando la frecuencia aeronáutica trataba de ubicar en el cielo por donde aparecerían los aviones comerciales. Los acompañaba viéndolos iniciar la aproximación a 3000 pies sobre Melilla y continuar su descenso hacia la pista por encima de Pocitos, Buceo y finalmente sobrevolándolo en Malvín para luego aterrizar por la pista 06. Para verlos mejor, llevaba una escalera y se trepaba a los tanques de agua del edificio. Desde ahí y con la ayuda de un binocular podía verlos salir de la pista y estacionar.

Cuando partían, era más fácil seguirlos porque generalmente lo hacían en línea recta, entonces si los perdía de vista o los confundía con una estrella, anticipaba el lugar por donde irían y los volvía a encontrar. A veces se sorprendía por estar viéndolos tanto tiempo y en realidad se había quedado mirando una estrella, imaginando lo que estaban haciendo los pilotos.

Alguna vez, tuvo que pedirle a un vecino que le viniera a abrir la puerta de la terraza ya que alguien había subido y al encontrarla abierta y no ver a nadie la había trancado por adentro.

Mucha gente estudiaba todos los días además de los estudiantes. Carlitos mismo había pasado años de su vida leyendo manuales de sistemas informáticos para los proyectos o cursos que había en su trabajo. Así que estar estudiando aviación no era raro.  Lo extraño del caso podría ser que Carlitos no estaba apuntando a subirse a un avión de aerolínea, ni si quiera en el simulador de vuelo tocaba los aviones grandes de pasajeros. Su interés estaba en profundizar conocimientos para los vuelos de baja altitud, los de aviación general y sobre todo en conocimientos que pudiera poner en práctica en la próxima hora de vuelo.

“Desear lo mejor y estar preparado para lo peor”

Pluna estaba en pleno proceso de expansión, su flota compuesta por 13 aviones CRJ900 con sus pájaros pintados se habían vuelto parte del paisaje capitalino. Había horarios en los que llegaban uno tras otros y a algún vecino de la rambla se le ocurrió reclamar porque le afectaban la recepción del Direct TV.

Un día, en el diario aparecieron dos avisos de la empresa. El primero era un llamado bastante recurrente para aspirantes a “Primer Oficial”. Tenía los condimentos habituales, cantidad de horas, habilitaciones requeridas, etc. Ya prácticamente no quedaba nadie en Uruguay que cumpliendo con esos requisitos no hubiera enviado su curriculum.

El segundo anuncio, en el que habitualmente también se convocaban regularmente a los Tripulantes de Cabina, tenía una novedad. En el tercer o cuarto renglón se podía leer “Programa de formación de Pilotos”.

Eso si que despertó el interés de Carlitos inmediatamente. La aerolínea de bandera, el emblema de la aviación uruguaya invitaba a que estudiantes enviaran sus datos para unirse a un sistema de becas en el cual la compañía financiaría las horas de vuelo necesarias para poder volar como primeros oficiales.

El sistema no era nuevo, había varias aerolíneas en el mundo que tenían sus propias escuelas de formación e incluso Carlitos conocía a un par de instructores uruguayos que se habían ido a Dubai para formar futuros primeros oficiales de Emirates o Etihad.

Motivado por la oportunidad de seguir aprendiendo, ingresó sus datos en el formulario web y en la sección “otros comentarios” agregó que tenía vigente el psicofísico clase 1, el examen de inglés aeronáutico y los teóricos de vuelo por instrumentos, comercial y multimotor.  Para ese entonces sólo le faltaban unas 40 horas para poder presentarse al examen práctico de piloto comercial, 20 de las cuales estarían comprendidas en el curso para esa nueva licencia, así que, en caso de otorgarle la beca, la inversión no parecía muy exagerada.

Su instructor y otros colegas más veteranos no estaban muy de acuerdo con que la compañía hiciera ese tipo de llamados. “Los Pilotos Fantasmas” había sido un intento de autoconvocados para denunciar que la empresa no estaba teniendo en cuenta a pilotos experimentados y en su lugar incorporaban pilotos con menos de 35 años o extendían el contrato a pilotos canadienses que habían venido como parte del ferry de los aviones. La protesta frente a la casona de Pluna en Carrasco no se llegó a concretar por temores a que hubiera infiltrados que luego señalaran a los participantes y los pusieran en una lista negra. Como alternativa hasta se llegó a manejar que los participantes fueran disfrazados de fantasmas, tapándose el rostro con sábanas blancas.

Según ellos, la empresa lo que estaba queriendo hacer era contratar gente sin experiencia que pudieran moldear según sus propios intereses. Parecía lógico.

Las semanas siguientes Carlitos continuó con su curso de vuelo por instrumentos y trató sin éxito de conseguir algún detalle más sobre el programa de becas, escribiéndose con sus amigos que ya estaban volando en la empresa.

De un modo u otro, haberse presentado a ese llamado había despertado un súbito interés en la forma de pilotear aviones comerciales, en entender el día a día de quienes trabajaban en Pluna y de prestar más atención al “run run” de los foros y hangares sobre la realidad de la empresa.

Durante las horas de vuelo por instrumentos, su instructor empezó a agregar ejemplos específicos de cómo se gestionaba el vuelo en las aerolíneas. La importancia de volar de forma eficiente, las responsabilidades del primer oficial y del comandante y cada vuelo se fue llenando de anécdotas sobre lo beneficioso que era para un piloto formar parte del staff de Pluna, la aerolínea que manteníamos todos los uruguayos.

-Vos no te imaginás la calidad de vida que tienen los comandantes, como bagayean o algunos directamente traen contrabando. Y del sindicato ni te cuento. Vos que conocés la interna de los Bancos, te lo digo así clarito, todos en AEBU saben que los cajeros son los que cobran más y además se quedan con plata y así y todo los defienden porque son compañeros. En Pluna es igual, pero con los comandantes. Imaginate que hay vuelos que iban casi vacíos a España, pero igual tenían que reponer los productos que se les entregan a los pasajeros como si hubieran ido llenos. El sindicato se quedaba con todo, y del wiskey se encargaban los pilotos-

Carlitos era joven, pero había trabajado ya muchos años en ámbitos públicos y sabía que de las leyendas de los funcionarios siempre había que descontar el iva. También en la aviación predominaban los celos y la envidia y siempre terminaban aflorando temas que nada tenían que ver con los aviones.

De la Pluna actual, la que estaba siendo administrada por empresarios lecheros, Carlitos sólo tenía historias de éxito contadas por sus amigos jóvenes que pasaban semanas esperando su próximo vuelo en hoteles de la playa Ipanema en Río de Janeiro y creando nuevas leyendas sobre la socialización con las azafatas.

Para un tipo casado y que estaba por ser padre, esas historias eran como escuchar a lo lejos la música de las discotecas. Gracias, pero no.

Pocos videos había en youtube sobre las cabinas de los CRJ900, pero eran suficientes para imaginarse como sería estar sentado a la derecha, haciendo radio y ajustando el piloto automático.

Ahora, cuando subía a la terraza, sólo tenía ojos para el CX-CRE, CX-CRA y todos los CR de Pluna. Los reconocía a lo lejos por sus colores, y había aprendido los horarios en los que cada uno pasaba. Incluso podía anticipar la voz del primer oficial al escucharlos por el LiveAtc.

La barra comentaba que estos aviones eran bastante difíciles de aterrizar, incluso y para tirar leña al fuego, se decía que, durante el entrenamiento de los pilotos nuevos, ya había pasado que uno de los aviones había quedado prácticamente mirando nariz para arriba por la falta de preparación de la piloto que habían puesto. Todo por no contratar a los que estaban realmente capacitados.

A muchos les llamó la atención cuando los directivos hicieron que Pluna fuera de las pocas empresas que siguió volando pese a la presencia de Ceniza Volcánica sobre Chile, Argentina y buena parte de Uruguay. Era algo sin sentido, averiar en forma definitiva los motores por no perder unos cuantos pasajes y luego pretender seguir volando en forma normal con esos aviones escondiéndose detrás de las versiones de prensa favorables que publicaban los opinólogos proxenetas de siempre.

La última noticia que tuvo Carlitos antes de fin de año sobre la aerolínea más apreciada y próspera de América del Sur, fue que una tarde en la sala de embarque del Aeropuerto de Carrasco estaban los pasajeros esperando para subir a su avión con destino a Buenos Aires pero nadie de la empresa sabía en dónde estaba el avión. Por interno le preguntaban a los funcionarios del Aeropuerto -¿Vieron en dónde está el CRC?-

La cámaras de vigilancia recorrían la plataforma, los mecánicos miraban dentro del Hangar, los controladores aéreos preguntaban por él en la frecuencia -¿Pluna CX-CRC me copia?- pero no había novedades del avión.

Mientras tanto, los pasajeros aguardaban impacientes.

-¡El avión está en Buenos Aires!-  El aviso llegaba a través del personal de Pluna de la vecina orilla-

Cuando a Carlitos le comentaron esto, preguntó con ingenuidad -¿Pero no es algo normal que pase eso en las aerolíneas?-

-¿Qué se les pierda uno de los 10 aviones que tienen? ¿a vos te parece Carlitos?. Eso pasa porque a la empresa lo manejan unos incapaces, acá sólo les interesa seguir trayendo aviones, anunciar que abren rutas, están inflando la empresa, pero en cualquier momento se les cae uno y eso sería catastrófico para todos. No sólo tendríamos unas de las fuerzas aéreas con mayor índice de siniestralidad sin entrar en combate en el mundo, sino que tendríamos una aerolínea de bandera que se está cayendo a pedazos con aviones nuevos. –

“¿Cómo podría escapar una empresa aérea al lodazal de la industria aeronáutica uruguaya de aquellos tiempos?”, reflexionaba permanentemente Carlitos, ya descreído de cualquier oportunidad que pudiera surgir.

El lunes 9 de enero de 2012, se sobresaltó al ver el encabezado del correo electrónico: “PLUNA – Proceso de selección para Pilotos”

Estimado

Por la presente invitamos a Usted al proceso de selección que comienza el próximo miércoles 11 de enero de 2012 en nuestra sede de la Calle Colonia 1021 esquina Avenida Libertador.

INSTANCIA N°1: Evaluación médica: MIERCOLES 11/01/2012 HORA 18:00 

INSTANCIA N°2: Evaluación psicotécnica: JUEVES 12/01/2012 HORA 09:30 

La imagen de una aerolínea es muy valorada por los pasajeros y por lo tanto todos los que trabajan o aspiran a trabajar en Pluna deben prestar especial atención al cuidado de su arreglo personal.  Le pedimos que tenga esto en cuenta a la hora de prepararse para concurrir a la entrevista a la que le estamos invitando, ya que la presencia personal debe estar en línea con el rol que eventualmente desempeñará en Pluna.

Deseándole mucha suerte y esperando contar con Usted como integrante del equipo PLUNA, saludamos cordialmente,

Sub Gerencia de RRHH & RSC

Y el mundo cambió.

Para que la noticia fuera aún más contundente, una hora después recibió un llamado de un número del centro, era una voz grave y seria que de forma solemne le pasaba nuevamente la información. Carlitos tomó nota en un papelito amarillo que tenía sobre el escritorio: quién le llamaba, con quién tenía que hablar, a qué hora. No dejó en el aire ningún dato, no fuera cosa que se confundiera.

 ¿Se lo cuento a mis amigos? ¿se lo cuento a mi instructor? ¿le aviso a mi jefe? Carlitos pasó 54 horas con el logo de Pluna y los CRJ entre ceja y ceja. Su historial de búsquedas en Google mostraba: ¿Cómo preparar una entrevista laboral para aerolínea?, ¿Cómo dibujar al hombre con paraguas?, ¿Quiénes son las autoridades de Pluna?, ¿Cuáles son los valores empresariales de Pluna?, Errores frecuentes al presentarse a una aerolínea…

Miró cuanto video encontró, escuchó podcast de psicólogos laborales, buscó fotos del personal administrativo de Pluna para ver cómo ir vestido. Decidió comprarse una camisa blanca y llevar pantalón de vestir azul y mocasines negros. ¿El peinado así estará bien?

A su jefe, le contó que se presentaría a una beca de estudio en Pluna, y le aclaró que no era para cambiar de trabajo, sino para que le pagaran las horas de vuelo y que por eso precisaba irse 30 minutos antes de la oficina para llegar en hora.  Por las dudas, le volvió a explicar que no creía que tuviera muchas chances porque había gente más formada que él, pero que era una linda oportunidad de aprender del proceso de selección de una empresa tan grande y quizás podría aprender algo valioso para luego aplicar en su empresa.

Un rato antes fue al mismo cuartito de limpieza en donde solía estudiar tranquilo y se puso el traje que había llevado en un sobre. Al salir, todos sus compañeros le empezaron a hacer bromas de que seguro se iba a una entrevista laboral. Sus compañeras le preguntaban si iba a un casamiento con esa facha y mientras caminaba las 5 cuadras que lo separaban hasta la oficina de Pluna, su corazón vibraba como si se estuviera por casar nuevamente.

Caminaba erguido, orgulloso, y hasta buscó en el cielo de Avenida Libertador si algún avión le pasaba por encima. Ese era un momento épico. Sin embargo, sólo pasó un muchacho y le dijo “Qué tragedia te mandaste”, haciendo alusión a la prolijidad del traje que llevaba.

Unos 20 metros antes de la esquina tiró en un contenedor de basura el chicle de menta que había comenzado a masticar 5 minutos atrás. Trato de imaginarse cómo sería entrar a la oficina y pronunció para si mismo. “Buenas tardes, soy Carlitos Rey y vengo para la entrevista”.

Cuando abrió la puerta de vidrio, sintió que entraba en una especie de portal dimensional que lo trasladaba al mundo de la aviación grande. Justo delante de él, una muchacha alta y esbelta vestida como azafata atravesaba el hall con rumbo 270. Detrás del mostrador, una señora le sonreía y le indicaba a Carlitos una pequeña sala de espera al pie de una escalera.

Hasta ese momento, Carlitos flotaba. Afuera el mundo podría estar explotando que él no se enteraría. Enseguida vio una cara conocida, era Pablo, un piloto con el que habían coincidido en algún festival. –¡Qué tragedia te mandaste Pablito!-

-Gracias che. ¿qué hacés por acá? ¿vos ya tenés comercial? – le respondió, con signos evidentes de también estar nervioso.

-No no, yo me anoté para la Beca de estudio. Me falta pila todavía-

-Ahh para la Beca, claro, ellos también están para la beca- dijo señalando con la mirada por encima del hombro de Carlitos.

Carlitos volteó disimuladamente para ver de quienes se trataba y volvió a la realidad. Eran dos pilotos de la Fuerza Aérea, corpulentos, vestidos con su uniforme de camuflaje verde y el parche de las abejas del escuadrón 5.

-Qué bueno eso de las Becas, escuché que van a dar varias- Le animó Pablo.

Aguardaron unos 20 minutos. Su amigo conocía a otro par de muchachos que también estaban para el casamiento y junto a los pilotos de helicópteros, estuvieron conversando sobre la compañía y sobre lo que sabían del proceso de contratación.

-Son como 7 fases, la última es una entrevista con el director Campiani-

-Hay una que es inglés con un instructor Canadiense-

-La más difícil es la segunda, con el psicólogo, ahí filtran zarpado-

-Bo, tomen agua ahora antes que nos hagan subir, porque hoy seguro te hacen mear-

El surtidor estaba estratégicamente ubicado detrás de la escalera, y los 7 candidatos desfilaban a hidratarse.

-Te hacen esperar para ver si te ponés ansioso- Aportó Carlitos desde lo más profundo de sus conocimientos obtenidos en Google la noche anterior.

Subieron al primer piso y les pasaron lista. Completaron un formulario sobre afecciones de salud conocidas, alergias, operaciones realizadas y a continuación debían pasar por el baño que estaba al final del pasillo, de a uno y entregar el frasquito con su orina. Luego podrían retirarse y regresar al día siguiente para la entrevista con el psicólogo.

-No hagas preguntas estúpidas- se repetía Carlitos y se enfocaba en la frase que estaba escrita en el correo electrónico “esperando contar con Usted como integrante del equipo PLUNA”.

– ¿Lo tengo que llenar hasta arriba del todo?-Dijo uno de los muchachos.

El hombre que los había recibido lo miró y movió la cabeza como diciendo “hace lo que te parezca”.

-Listo-, pensó Carlitos. Ya apareció el estúpido del grupo.

Para darle chances al agua en hacer su efecto y no sentirse apurado, fue maniobrando para quedar en el último lugar de la fila y tomarse su tiempo. Su esposa le había recomendado que el primer chorrito no lo hiciera dentro del frasco, porque eso era lo que se recomendaba para los exámenes de orina, así que con mucha cautela procedió.

Esa noche, le contó lo vivido y siguieron revisando juntos los tips para las entrevistas laborales. -Acostate temprano que mañana tenés que estar bien despabilado- le encomendó su señora.   

Por lo que había podido averiguar Carlitos, un primer oficial ganaba bastante más de lo que ganaba él trabajando 8 horas, así que, si llegaba a darse a posibilidad de conseguir el empleo en el futuro, valdría la pena analizar la propuesta. La plata era un tema, pero también había que pensar bien si eso de andar viajando lejos de casa era lo que les haría realmente felices. Además, en unos meses nacería su hijo y era muy importante para ellos vivir juntos esa etapa.

Sobre eso habló en el mano a mano con el Psicólogo de Pluna. ¿Sabés lo que implica trabajar en una Aerolínea? ¿Y vos querés eso para vos? ¿Pero te ves trabajando en Pluna los próximos 10 años? ¿Y cuáles son tus 3 defectos? ¿Y que harías si te parece que el Comandante se está equivocando? Contame situaciones de presión que hayas resuelto en tu trabajo. Bueno ahora tenés 10 minutos para completar estos ejercicios…

Estar frente a frente a alguien que tenía la llave sobre su futuro aeronáutico era una situación de presión. Pero Carlitos tenía esa misma sensación que lo había acompañado en su primer vuelo sólo, o cuando respondía las preguntas teóricas que le hacía el inspector en el examen práctico de Piloto Privado. Tenía la tranquilidad de sentirse acompañado por su instructor. Lo sentía ahí junto a él, dándole serenidad para encontrar las respuestas, para superar la emergencia haciendo la lista de chequeo y sobre todo, usando el sentido común.

Cuando las preguntas o los ejercicios de lógica lo apretaban, actuaba. Volá el avión le diría su instructor, vos seguí volando el avión y luego usá el sentido común y la lista de chequeo. Varias veces se imaginaba en la cabina del Tomahawk y abriendo la puerta del canopy, destrabando la palanca en el techo. Destrababa las ideas, las respuestas.

Cuando llegó a la oficina esa mañana, puso al tanto de su experiencia en Pluna a sus compañeros de oficina y le dedicó un buen rato a buscar el significado de los test que le habían puesto. Luego le pidió a la encargada de recursos humanos de la empresa unos minutos para cotejar con ella las respuestas y se quedó tranquilo.

-Para estas pruebas lo que te prepara es la vida, si sos alguien estridente, irrespetuoso, desprolijo, si tenés alguna patología psiquiátrica severa o si no podés ordenar tus pensamientos, termina saliendo ahí. Y yo que te conozco creo entender que sos un tipo tranquilo. En la de la pirámide de colores, en el Test de Pfister, usaste tonos de azul ¿o me equivoco? –

-¡Si! Desde el azul oscuro al clarito, creo que terminé con blanco ¿está mal?–

-No hay bien o mal, pero vos sos un tipo tranquilo, hubiera apostado a que ponías esos colores. Quedate tranquilo. Nosotros nos fijamos en esas cosas, pero miramos más otras cosas. ¿se entiende? –

Pasaron varias semanas y las únicas noticias que había tenido era que tanto Pablo como los otros pilotos comerciales habían tenido un par de entrevistas más pero que todo venía muy lento. Según le habían comentado a Pablo, los de las Becas tendrían sus entrevistas más adelante cuando terminaran las de ellos.

Uno de los muchachos conocía a los Pilotos de la Fuerza Aérea y a ellos todavía no los habían vuelto a llamar, así que la ilusión seguía intacta. Además, tampoco habían vuelto a publicar otro llamado ni para las Becas ni para contratar pilotos.

Sin embargo, las noticias que llegaban de Pluna seguían empeorando. Se habían empezado a cancelar algunas rutas y ni Pablo ni los otros muchachos pudieron terminar su proceso de selección ya que la empresa Cerró unos meses después.

Pasaron varios años para que Carlitos le mostrara el papelito amarillo que llevaba como cábala en su billetera y le confesara a su instructor que a él lo habían llamado de Pluna y que había tenido el privilegio de haber sido quien había orinado por última vez en Pluna.

Su instructor río, lo miró con serenidad como dándole la bienvenida al club mientras terminaba de ensillar el mate en la sala de briefings y le preguntó – ¿Evacuaste aguas menores? –

Carlitos no tenía idea de lo que le quería preguntar su amigo. Lo miró extrañado.

En ese momento entró en la habitación el dueño de la Escuela de vuelo para saludarlo porque hacía muchos meses que no lo veía. – Carlitos, ¿viniste a pagar el asado que debes de cuando te recibiste de piloto privado? –

Se saludaron y Carlitos buscó en la esquina del pizarrón donde anotaban los  “deudores de asado” y vio que lo habían limpiado.  – Yo no debo nada, mi nombre no está en el pizarrón –

-Ahh pero eso se arregla fácil – le respondió el dueño.

-Dejá, dejá, no le pidas que prenda el fuego que capaz que nos incendia la Escuela – Disparó el Instructor.

Todos rieron por el comentario. -¿Pero sabés lo que es evacuar aguas menores?, le preguntó el dueño de la Escuela a Carlitos. – Mirá que en la aviación hay un lenguaje universal que tenés que aprenderte, si no podés tener problema con las diferencias idiomáticas –

Luego, su instructor remató:  – A Carlitos le pasa de todo. Recién me contó que hizo pichí en Pluna y quebró la Aerolínea”.

-Ah con razón, eso explica todo- siguió la joda el dueño.

Cuando terminaron de reírse, Carlitos miró a su instructor y pensó en contarle lo del vuelo en giroavión. Pero mejor lo dejaba para la próxima.

-FIN-

Sé el piloto de tu propio destino es una de esas frases efectivas para atraer alumnos a una Escuela de Vuelo, para lanzarnos hacia lo desconocido, para animarnos a superar desafíos. ¿Qué caminos has encontrado en tu viaje? ¿Qué obstáculos has encontrado? ¿Por qué te has detenido? ¿Por qué has avanzado?

Aquí puedes leer el Capítulo introductorio “Carlitos Rey – Mis primeras 100 horas de vuelo.”
Capítulo 12: “Tres tornados y un avión en Navidad”

Martín Filippi
[email protected]

Me gusta volar, me gusta su ciencia, la historia de los hombres y mujeres que hicieron realidad lo que parecía imposible. Me gusta lo que la experiencia o el anhelo del vuelo tiene el potencial de modificar en nuestra percepción de la realidad, de los límites, de los desafíos. Dedico una parte importante de mi tiempo libre a impulsar este proyecto, con la visión de que si nos lo proponemos, podemos desencadenar un cambio semejante en aquellos que todavía creen que para volar hacen falta alas.

1 Comment
  • Fabián
    Posted at 11:44h, 09 febrero Responder

    No puedo describir lo identificado que me siento con esto… (claro que no debo ser el único, sino uno de muchos/as).
    Yo quise ser piloto desde que tengo memoria, primero de chico pensaba en ingresa a la EMA pero después de grande me di cuenta que la carrera militar no me atraía por lo que unos cuantos años mas tarde empecé a volar en Melilla. Tuve muchos altibajos, me desanime mil veces, junté ganas (y dinero) y seguí hasta tener la licencia de comercial, instrumentos y multi pero hasta ahí llegué… Con 300 y poquito de horas no pude seguir más, me quede sin fondos para volar (literalmente me gaste todo lo que tenia) y nunca encontré una “changa” que me permitiera juntar horas (porque como bien sabes, para entrar en eso, hay que internarse en Melilla, sino nunca te enteras de nada y nadie te cuenta tampoco, no se cosa que les saque el lugar…). Así pues, hace casi un año que no vuelo y lo peor es no dejo de pensar un minuto en volver y si no será muy tarde para hacerlo… En parte se que no es tarde porque conozco gente que con 40 años entró a una aerolínea (uno de mis instructores, paso de volar C150 a A350 en Asia con 40 años cumplidos, pero claro, con unas cuantas horas de instrucción), pero por otra parte, son muy pocos los que llegan a esa meta. En fin, solo quería comentar lo bueno de este artículo y al final me extendí un poquito! Saludos!

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