Lo que aprendí mientras mi avión se estrellaba…

Lo que aprendí mientras mi avión se estrellaba…

Tiempo de lectura: 4 minutos
Leer con precaución, artículo no actualizado.
Al igual que los amantes del futbol tienen a Messi o a Suárez como sus referentes e ídolos, nosotros los pilotos tenemos entre otros muchos como el arquetipo del “piloto ideal” al Capitán Chesley B. Sullenberger III. Para quien no está en el mundo de la aviación el nombre no dice nada. Pero, el 15 de enero de 2009; éste Sr. (dotado de una técnica de pilotaje envidiable y un temple de acero) salvó la vida de 150 pasajeros y 5 tripulantes al acuatizar el avión que pilotaba en el Rio Hudson, Nueva York.
Más allá de la proeza de pilotaje (que ningún otro piloto ha logrado repetir en los simuladores de vuelo hasta el día de hoy) y del valor de la tripulación, esté hecho tiene en sí mismo un montón de historias, de heroísmos, valor y sobre todo enseñanzas.
Una de ésas historias es la que le ocurrió a Ric Elias quien tenía un asiento en primera fila en el vuelo. ¿Qué pasó por su mente mientras el siniestrado avión caía? Esta es la transcripción de lo que contó por primera vez en público:

“Imaginen una gran explosión cuando estás a 900 metros de altura. Imaginen un avión lleno de humo. Imaginen un motor haciendo clac, clac, clac, clac, clac, clac, clac. Suena aterrador. Bien, yo tenía un asiento único ese día. Estaba sentado en el 1D. Era el único que podía hablar con los asistentes de vuelo. Así que de inmediato los miré, y dijeron: “No hay problema. Probablemente golpeamos algunas aves”. El piloto ya había virado el avión, y no estábamos tan lejos. Se podía ver Manhattan. Dos minutos después, 3 cosas sucedieron al mismo tiempo. El piloto alineó el avión con el río Hudson.
Generalmente esa no es la ruta. Apagó los motores. Imaginen estar en un avión y sin ruidos. Y luego dijo 3 palabras – las 3 palabras más desapasionadas que haya escuchado. Dijo, “Prepararse para el impacto”.
No tuve que hablar más con la asistente de vuelo. (Risas) Pude verlo en sus ojos, era terror. La vida se terminaba.

Quiero compartir con ustedes 3 cosas que aprendí sobre mí mismo ese día. Aprendí que todo cambia en un instante. Tenemos esta lista de cosas para hacer antes de morir, estas cosas que queremos hacer en vida, y pensé en toda la gente a las que quería llegar y no lo hice, todas las cercas que quería reparar, todas las experiencias que he querido tener y nunca tuve. Mientras pensaba en eso más adelante, Me vino una frase, que es, “Colecciono vinos malos”. Porque si el vino está listo y la persona está ahí, lo voy a abrir. Ya no quiero aplazar nada en la vida. Y esa urgencia, ese propósito, realmente ha cambiado mi vida.

Lo segundo que aprendí ese día – y esto es mientras evitábamos el puente George Washington, que no fue por mucho — Pensé sobre, wow, Realmente siento un gran pesar. He vivido una buena vida. En mi humanidad y con mis errores. He tratado de mejorar en todo lo que hice. Pero en mi humanidad también di lugar a mi ego. Y lamento el tiempo que desperdicié en cosas que no importaban con gente que sí importan. Y pensé en mi relación con mi esposa, con mis amigos, con la gente. Y después, como medité en eso, Decidí eliminar la energía negativa de mi vida. No es perfecta, pero es mucho mejor. En 2 años no he tenido una pelea con mi esposa. Se siente de maravillas. Ya no trato de tener razón; Elijo ser feliz.

Lo tercero que aprendí – y esto es como que tu reloj mental va descontando, “15, 14, 13”. Ves el agua aproximarse. Estoy diciendo, “Por favor vuela”. No quiero que esto se rompa en 20 piezas como se ven en esos documentales. Y mientras bajábamos, tuve la sensación de, wow, morir no da miedo. Es casi como que hemos estado preparándonos para ello toda nuestra vida. Pero fue muy triste. No me quería ir; amo mi vida. Y esa tristeza se enmarcó en un único pensamiento, que es, sólo deseo una cosa. Ojalá pudiera ver a mis hijos crecer. Un mes más tarde, estaba en una actuación de mi hija – primer grado, no mucho talento artístico… …todavía. (Risas) y grito, lloro, como un pequeño. Y para mí, esa era toda la razón de ser del mundo. En ese punto comprendí, al conectar esos dos puntos, que lo único que importa en mi
vida es ser un gran padre. Por sobre todo, la única meta que tengo en la vida es ser un buen padre.

Se me concedió un milagro, de no morir ese día. Y se me concedió otro regalo, que fue la posibilidad de mirar el futuro y volver y vivir de otra forma. A ustedes que están volando hoy, los desafío a que imaginen que lo mismo les pasa en su avión — y por favor que no sea así — pero imaginen, ¿y cómo cambiarían?, ¿Qué es lo que harían, que aún esperan hacer porque piensan que van a vivir por siempre?

¿Cómo cambiarían sus relaciones y la energía negativa en ellas? Y lo más importante, ¿están siendo los mejores padres que pueden?, Gracias-”

Este artículo pretende recordar el séptimo aniversario del llamado “milagro del río Hudson” desde la perspectiva aeronáutica, pero por sobre todo lo que aspira es demostrar que aún de la adversidad y de las circunstancias extremas siempre se aprende algo y se puede lograr ser mejores personas y padres.

Ser mejores padres es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos.

Escrito por Martín Da Costa Porto
Piloto Instructor
Green Aviation

Martín Filippi
[email protected]

Me gusta volar, me gusta su ciencia, la historia de los hombres y mujeres que hicieron realidad lo que parecía imposible. Me gusta lo que la experiencia o el anhelo del vuelo tiene el potencial de modificar en nuestra percepción de la realidad, de los límites, de los desafíos. Dedico una parte importante de mi tiempo libre a impulsar este proyecto, con la visión de que si nos lo proponemos, podemos desencadenar un cambio semejante en aquellos que todavía creen que para volar hacen falta alas.

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