¿Por qué llevar niños a volar?

¿Por qué llevar niños a volar?

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Cuando llevamos a volar a chiquilines que viven bajo la tutela del INAU, tenemos varios objetivos que creemos que aplican para la gran mayoría de niños y queremos compartir algunos.

Lo más importante es que ellos disfruten de la experiencia.

 “Miedo a volar”

Cada tanto escucho que alguien comenta que le tiene miedo a volar porque cuando era chico lo llevaron a volar en una avioneta y la pasó horrible. Conozco algunos pilotos que cuentan que sus propios hijos “no salieron a ellos, no les gusta volar” e incluso tengo una amiga cuyo padre es piloto y recuerda que su primera experiencia de vuelo con él fue la última porque hacía piruetas para divertirse y ella tenía ganas de vomitar.

No hay muchas formas de garantizar que un pasajero de cualquier edad disfrute un vuelo e incluso hay predisposiciones psíquicas, pero en términos generales entendemos que es importante contextualizar la primera experiencia con información positiva.  Hacer una buena introducción a cómo vuelan los aviones, contarle de qué tratará el vuelo, lo que verán, por dónde se hará el viaje y transmitir confianza.

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“Entender lo que pasa”

La aviación es mágica, pero podemos sacarle algo de misterio con el objetivo de que los niños entiendan lo que está pasando y sepan que el piloto tiene el control de la aeronave y que el vuelo tendrá una duración determinada.  Parte de este primer contacto podemos hacerlo a través de libros o visitando un aeroclub y conociendo de cerca una aeronave en tierra antes de someterlos al primer vuelo.

No hay que preocuparse, ellos van a seguir sorprendiéndose y maravillándose con lo que verán.

“Cabe preguntarnos”

¿Realmente queremos incidir para que el niño sea piloto? Como padre creo que tenemos tantas otras prioridades para el desarrollo saludable de nuestros hijos entre las cuales una virtud sea ayudarlos a tener confianza de tomar sus propias decisiones y reconocer las cosas que les gustan y hacen felices.

¿Pero sino es para que sean pilotos para qué los llevamos a volar?

¿Ya dije para que disfruten? ¿Para que se entretengan? Los llevamos a volar para que se fascinen, para que aprendan, para que vean ciencia en acción. Pero no debería ser cuestión de subirlos a un avión y que den una vueltita para sacarnos una foto y decir “lo hicimos” como si se tratara de una actividad de responsabilidad social empresarial.

 

 

Llevar niños y niñas a volar por primera vez es una responsabilidad muy buena. Es la posibilidad de incidir positivamente en sus vidas. Hablándoles previamente, explicándoles, generando confianza y ablandando despacito la resistencia generada por el miedo que muchas veces fomentaron otros adultos con preguntas como “¿vos te animás? yo ni loco!” o comentarios del estilo ¡No mires para abajo, agarrate fuerte!

Los llevamos a volar porque queremos que la próxima vez que vean un ave, o una bolsa de nylon que cruza la calle impulsada por el viento vean algo más. Hablarles sobre como el viento empujaba las velas de los barcos y luego las cometas y finalmente las alas de las aeronaves es regalarles fantasías y una visión racional sobre el mundo que los rodea.

Enseñarles que hay distintas formas de volar, planear y hasta de caer con estilo es mostrarles que todo es posible y que el mundo es diverso. Contarles parte de la historia de los dos hermanos bicicleteros que cada verano volvían a intentar hacer volar su prototipo, es hablarles del método científico, de la perseverancia y del valor de las cosas simples.

Si además podemos contarles la historia del piloto que los va a llevar ese día ¡mejor aún! Que los chiquilines sepan que hay personas que por ser pilotos no tienen nada de excepcionales, que son como otras personas pero que tienen un hobbie o un trabajo que se hace con aviones y que es algo que hacen porque les gusta, es ponerles ejemplos concretos de superación, de cumplir objetivos, de concretar deseos y felicidad.

Creemos que todos estos mensajes positivos pueden lograrse en casi cualquier actividad humana y sería muy bueno que cuando llevemos a un niño a volar luego lo tratemos de llevar a andar en barco, a conocer una huerta o un tambo, a un taller de actividades artísticas y que intentemos conectar cada experiencia.

Ser mentores y dejar una huella en la vida de un niño

Somos los pilotos los primeros en repetir frases adjudicadas a Leonardo Da Vinci respecto a la experiencia de volar y además de pintar, escribir y hacer esculturas, se lo define como una persona sensible al mundo que lo rodeaba.

Hay organizaciones (por ejemplo AOPA en Estados Unidos) que promueven que la aeronáutica sea parte del programa de clases desde inicial hasta la universidad para entre otras cosas poder cubrir la gran demanda de pilotos y personal técnico que se necesitará en los próximos años. Un plan de estudios que apunta a despertar el interés por las Matemáticas, Tecnología, Ingeniería y Ciencias (STEM por sus siglas en inglés) y entre otras cosas promueven a través de distintas iniciativas que los niños se acerquen a la aviación.

Probablemente en nuestro país no tengamos esa necesidad de formar nuevos pilotos a riesgo de enlentecer el desarrollo productivo y la carrera aeronáutica seguirá siendo una opción más entre otras, pero podemos tomar algunos ejemplos de esos planes internacionales para fomentar el interés por seguir estudiando las materias STEM ayudando a que sobre todo los liceales experimenten las leyes de la física que actúan sobre las aeronaves o las ecuaciones matemáticas que demuestran la eficiencia de las alas o las variaciones en la presión y densidad del aire.

Llevemos a volar a los niños para que se diviertan y adquieran una nueva dimensión en su vida, regalémosle la posibilidad de volver a volar con su imaginación cuando quieran, volar con los ojos abiertos.

 

 

Martín Filippi
[email protected]

Me gusta volar, me gusta su ciencia, la historia de los hombres y mujeres que hicieron realidad lo que parecía imposible. Me gusta lo que la experiencia o el anhelo del vuelo tiene el potencial de modificar en nuestra percepción de la realidad, de los límites, de los desafíos. Dedico una parte importante de mi tiempo libre a impulsar este proyecto, con la visión de que si nos lo proponemos, podemos desencadenar un cambio semejante en aquellos que todavía creen que para volar hacen falta alas.

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