Carlitos Rey – Capítulo 9: “Una extraña nube negra”

Tiempo de lectura: 17 minutos

 

El verano había terminado y Carlitos seguía abocado a juntar horas. Después de todo, juntar horas es lo que hacen los pilotos privados. “Ahhh sos piloto, pah pero tenés que juntar un montón de horas ¿no?” es el comentario más repetido que deben explicar los aviadores.

Juntar horas es lo que les permite rendir exámenes más avanzados, por ejemplo el de vuelo por instrumentos, en el que deben demostrar que pueden despegar, maniobrar y aterrizar sin prácticamente mirar hacia afuera de la cabina, sólo siguiendo las agujitas.

También se precisa juntar horas para poder rendir el examen de piloto comercial, en dónde el inspector evaluará algunas maniobras semi acrobáticas, pero nada del otro mundo, algo así como sacar la libreta profesional de conducir.

Las horas voladas vendrían a equivaler a nivel reglamentario a la experiencia del piloto, pero las horas se pueden acumular de muchas formas y no todas generan las mismas experiencias. Por algo algunos instructores de vuelo que tienen 5.000 hrs dando clases no están necesariamente preparados para volar en un aerolínea.

Carlitos había decido hacerlo en vuelos de mediana y larga distancia para hacer rendir el tiempo que destinaba a la aviación, conocer otros aeropuertos y enfrentarse a los desafíos que implicaba volar lejos de su aeropuerto natal.

Otros pilotos, optaban por hacer innumerables despegues y aterrizajes dando vueltas en el mismo aeropuerto y otros… se las ingeniaban para hacer crecer sus registros de vuelos de manera algorítmica.

Varios de estos vuelos los realizó en tripulaciones integradas por pilotos privados con quienes compartían los gastos del viaje, así fue que viajó a Buenos Aires, Mercedes, Treinta y Tres y varios lugares más en ocasión de festivales o simplemente para sumar horas.  En próximos capítulos les voy a contar algunas de sus anécdotas de estos viajes.

Pero en esta ocasión, lo tenía a él como único piloto y sus pasajeros disfrutarían de un hermoso vuelo por la Costa de oro, Piriápolis, Pan de azúcar y Punta del este.

Los datos que había logrado reunir previo al vuelo eran los siguientes:

  1. Si aterrizo en Laguna del Sauce (SULS) me cobran USD 35 y capaz que algo más.
  2. Si voy a El Jagüel (SUPE) no tengo que pagar nada pero no hay controlador aéreo.
  3. En SUPE no se puede despegar hacia la derecha porque la reglamentación así lo dispone para evitar hacer ruido sobre la ciudad.
  4. Si vuelo por encima de los 2000 pies (600 mts) tengo que estar en contacto con la torre de Laguna del Sauce (SULS)

 

De la pista de SUPE tenía algunas fotos y había conocido a Federico, un colega que había estado volando todo el verano haciendo vuelos de publicidad arrastrando un cartel, quién le había explicado como manejar el tema de la ausencia del torrero. También había conocido a Martín, otro joven piloto que fuera de temporada había empezado a subir al cielo a los paracaidistas que se juntaban en el Aero Club de Canelones y durante el verano había hecho la zafra en SUPE, durmiendo en el avión para ahorrar gastos y le había contado los pormenores del aeródromo.

El mejor dato de todos era que a una cuadra sobre la entrada del parque, estaba el kiosco donde podía comprar algo para comer y tomar.

Como la época del año era buena para volar, sólo había podido reservar el 172 para la mañana del sábado. Deberían devolverlo antes del mediodía para que otros pilotos pudieran usarlo.

Carlitos llegó temprano y antes de ir hacia el hangar, pasó por la oficina de operaciones. Su esposa mientras tanto siguió con el auto en busca de los pasajeros que vivían relativamente cerca.

El formulario del plan de vuelo ya lo había llevado completo, lo había hecho como parte de su planificación del vuelo. En su bolso de mano, llevaba además algunas bolsitas de papel, sus documentos, la carta de vuelo visual sobre la que había tomado las medidas para calcular los tiempos de vuelo y consumo de combustible y un manual impreso del GPS que estaba incorporado al panel de instrumentos del avión y que estaba intentando dominar.

El funcionario que recibió el plan de vuelo le pidió que al llegar a Punta del Este le mandara saludos a su compañero de trabajo y le adelantó a Carlitos, “Contá con el para lo que precises, es un tipaso”.

Salió caminando rumbo al Hangar disfrutando del aire templado de aquella mañana de marzo conforme de como venía saliendo todo, vio que el surtidor de combustible ya estaba trabajando y saludó a lo lejos al instructor que estaba al pie del avión con un alumno aguardando se cargaban las alas del C150.

El camión de bomberos regresaba a su garaje luego de la prueba semanal de funcionamiento y el humo negro espeso que bramaba de su motor quedó flotando un rato largo antes de disiparse y terminar formando una nube vaya uno a saber dónde.

Caminar por las calles internas del aeropuerto con hangares en estado de abandono era una experiencia que deprimía a cualquiera, pero con algo de positivismo podía aprovecharse cada paso para recordar que esos galpones se habían construido en una época dorada de la aviación civil uruguaya y que la aviación siempre tenía futuro, quizás en unos años hubiera que construir nuevos hangares en un nuevo auge de la industria.

Carlitos imaginaba qué haría él si tuviera su propio avión en uno de esos galpones. ¿lo pintaría? ¿lo revestiría de yeso?. En buenos aires, en San Fernando o General Rodriguez había conocido hangares con piso lustrado que brillaba y reflejaba la parte inferior de las alas.

Ya tenía el avión pronto, con la cabina preparada y los auriculares desenredados y calzados en el apoyacabeza, también había dejado los cinturones abiertos y colocados en forma de equis en el asiento a la espera de los pasajeros.

La abuela llegó radiante, acompañada por su otro nieto de 20 años y un amigo. La esposa de Carlitos se había apurado en traerlos porque sabía que no sobraba el tiempo para el vuelo del día. Ella aprovecharía la mañana para estudiar disfrutando del sol adentro del auto.

La abuela, hacía 70 años había volado por primera vez en su luna de miel hacia Buenos Aires, había comenzado en Colonia y el hidroavión de CAUSA había sido su único vuelo desde entonces.

Estaba muy tranquila y con gusto había propuesto obsequiar una hora de vuelo a su nieto aviador, ya que sabía que tenía que juntar horas.

Carlitos había aprendido que el avión tenía que estar lo más cerca posible de la entrada para que las personas con dificultad para caminar pudieran subirse sin mayores esfuerzos, esta vez también había conseguido un pequeño banquito para hacer todo más sencillo.

Luego, con su hermano empujaron el Cessna hasta la calle de rodaje vituminizada para no arrancar la hélice sobre las piedritas. Se subieron, dieron arranque y el motor no prendió.

Carlitos siguió los pasos de comprobación habituales, probó dos o tres veces más y la hélice seguía sin moverse. La primera respuesta de los pasajeros más jóvenes fue divertida “¡¡¡Libre!!! Jajaja, ¿es para avisar que no vas a prenderlo?, mejor grita “¡voy a prenderlo!” –

Carlitos lo tomó con humor, pero sin dejar de estar preocupado porque el CX-BFL era una maravilla de avión y no le conocía ninguna nana hasta el momento.

Aguardó un par de minutos más y volvió a probar, pero nada.

Recordó que no había traído el gancho que se usaba para girar la rueda delantera del avión y aprovechó para ir a buscarlo y pedir ayudar a alguno de los mecánicos que estaban trabajando en el hangar.

-“No me está queriendo arrancar el avión, ¿me podrás dar una mano?”-
-“¿El Foxtrot Lima?” – respondió desde el suelo uno de los técnicos que inspeccionaba el tren de aterrizaje de un Air Tractor.

-“Le hicimos la inspección de las 25 hrs esta semana, que raro”-

-“¿No te fuiste todavía?” – preguntó el dueño del taller saliendo de su oficina para ver que era lo que estaba demorando a Carlitos.
-“No pudo prenderlo”, dijo el mecánico… “no le arrancó”- se corrigió inmediatamente.
-“¿Le diste con el primer varias veces?-” preguntó el dueño
-“Si, pero parece la batería”- dijo Carlitos con seguridad que ya de hélices que no arrancaban estaba curtido.
-“¿Le cambiaron la batería ayer?”-
-“Si, le pusimos una nueva y probamos que todo funcionaba”- le contestó el mecánico a su jefe que ya estaba camino al avión.
-“Bueno Carlitos, mejor que te pase ahora que volando”-

Carlitos abrió la puertita lateral que permitía acceder al guarda bultos ubicado detrás del respaldo del asiento posterior y metió el gancho de hierro. Cerró con fuerza la puerta y les comentó a sus pasajeros que los mecánicos estaban revisando si la batería estaba cargada y les aclaró que de ser ese el problema, la cambiarían por otra y listo.

-“A ver… probá ahora”- le pidió el mecánico, teniendo la puerta del capó todavía abierta.

Carlitos dio arranque y el avión prendió.

-“Dejalo prendido un par de minutos y después prendé la radio”-
-“¿Qué le pasaba?”- Quiso saber el piloto antes que cerraran la puertita.
-“Nada, sólo le apreté un poco los bornes a la batería, como es nueva se ve que no hicieron buen contacto. Igual no te preocupes que después de que arranca la hélice no se te vuelve a apagar”-

Carlitos hubiera preferido poner proa hacia el pueblo de Barriga Negra, de dónde era oriunda su abuela y así sorprenderla, pero se trataba de un vuelo que requeriría más tiempo de viaje y sería muy poco lo que se podría reconocer desde el aire. Ahora en cambio, volaban por la rambla de Montevideo rumbo a Piriápolis.

Como en cada vuelo, Carlitos recibía muchas preguntas sobre arroyos, ríos, edificios, la velocidad del avión, si podían aterrizar en la playa o saber por qué no volaban directamente en línea recta hacia Punta del Este cruzando sobre el mar.

Buscaba desde el aire la pista de Henderson al norte de la interbalnearia, recordaba que la aviación civil se había entrenado en sus albores en un campo de vuelo en Atlántida y ahora entre Pando y Punta del Este no había en dónde aterrizar legalmente.

Para hacer algo distinto, se había propuesto probar volar cerca de la Sierra de las animas, desde lejos ya había visto que no había formación de nubes alguna y el viento estaba del norte en el sentido de la formación rocosa por lo que no suponían un peligro excepcional.

Por allí, en algún momento supo estar la pista de los Aznares, los dueños de aquellas grandes extensiones de campo y también por allí había aterrizado Juan Carrau en sus aventuras de Bush pilot uruguayo.

El control del tránsito aéreo lo había transferido al de Laguna del Sauce, pero cuando Carlitos lo llamó y le indicó sus intenciones de sobrevolar los cerros, el controlador le dijo que lo llamara cuando estuviera en camino a la ciudad.

Volando en Minas, Carlitos había aprendido que los cerros se hacen cada vez más grandes y altos cuando querés alejarte de ellos, por lo que su aproximación a la ladera oeste de la sierra fue baja pero siempre en paralelo para tener el viento de frente y con posibilidad de alejarse fácilmente.

Lo único que no le gustaba mucho era tener el sol de cara, pero lo demás estaba todo bastante controlado. La extensión de la sierra era tan grande que si la recorrían toda llegarían a Minas, así que Carlitos comenzó el ascenso para cruzarla y poner proa al Cerro Pan de Azúcar.

Mientras la aeronave trepaba lentamente hasta una altitud que le diera tranquilidad, la cabina se comenzó a llenar de un olor nauseabundo, repugnante. El hermetismo del avión, los rayos del sol que pegaban de lleno en el plexiglass de las ventanas y los cuatro ocupantes que llevaban casi una hora de vuelo encerrados eran una incubadora volante. Pero ¿de dónde provenía el olor?

El Cerro Pan de Azúcar quedó lejos.

Carlitos no quería transmitir preocupación a los pasajeros, así que comprobó minuciosamente los instrumentos del motor y prestó especial atención al aire que venía calentado por el motor por las dudas que hubiera una fuga de gases de escape, pero éstos no podían tener un hedor semejante.

Según su propio protocolo ante dudas en vuelo, puso proa al aeródromo más cercano y se dejó de diversiones. La cabina estuvo en silencio un rato mientras Carlitos coordinaba con la torre de control de Laguna del Sauce.

-“Foxtrot Lima, ¿tenés inconveniente en venir a 2500 pies? Tengo actividad de planeadores en San Carlos y la salida de un 737 en un ratito”-

A Carlitos le venía bien ganar algo más de altitud, así podría estar más tranquilo y tener algo más de tiempo para preparar su aproximación al aeropuerto del Jagüel que era su destino original.

El Cerro Pan de Azúcar quedó del lado derecho del avión mientras avanzaban tierra adentro rumbo a la península.

-“Foxtrot Lima, mantenete al sur y notificame través Punta Ballena”-
-“Mantengo al Sur, notifico Punta Bellena, Foxtrot Lima”-

Las comunicaciones se alternaban con las del vuelo de Aerolíneas Argentinas que estaba próximo a despegar.

Carlitos aprovechaba para disfrutar de la panorámica del Aeropuerto lindero a la Laguna del Sauce y los pasajeros hacían fotos en todas direcciones.

Nuevamente y de forma repentina, la cabina se llenaba de ese olor espantoso, que ya había perdido el efecto sorpresa, pero mantenía su contenido repulsivo.

Carlitos miró hacia adelante y comprobó que la ciudad de Maldonado se interponía al aeródromo Municipal.

-“Punta del Este Torre, vertical Punta Ballena, Foxtrot Lima”-
-“Recibido Foxtrot Lima, continúe hasta la laguna del diario y luego mantenga la ciudad de Maldonado a su derecha en descenso para 1000 pies”-

Carlitos le repitió sin demoras las instrucciones para confirmar que las había escuchado, y se quedó con eso de mantener la ciudad a su derecha tal cual estaba explicado en la información del aeródromo que había encontrado en el AIP. La información oficial.

Por la ventana, pudieron ver como despegaba y desaparecía rápidamente el avión argentino.

-“¿Vos podrías volar un uno de esos?” – Preguntó el amigo que iba sentado en la parte de atrás junto al hermano de Carlitos.
-“Recién estoy aprendido a volar este” – respondió Carlitos y todos rieron y continuaron bromeando unos instantes más.

Carlitos, seguía preocupado y temía que un manguerón de goma se estuviese derritiendo, pero salvo por el olor, no percibía otras señales.

-“Charlie Exrey Bravo Foxtrot Lima, Punta del Este”-

Notó que el tono de voz del Controlador de Tránsito Aéreo había cambiado, en efecto, había cambiado el controlador y éste lo estaba llamando por la matricula completa. Se venía un rezongo.

-“Prosiga” – dijo tímidamente Carlitos.
-“¿Su instrucción no era hasta la Laguna del Diario?”-
-“Afirmativo” – contestó Carlitos buscando alguna laguna detrás suyo.
-“Lo veo pasado la laguna, agilice y ponga proa al norte, rumbo 345 por izquierda”-

Carlitos viró el avión y mantuvo los 2500 pies al tiempo que apuntaba el avión al noroeste para evitar meterse sobre la ciudad de Maldonado.

-“Ahí abajo está la Laguna” – dijo su hermano.
-“Ahh pero en Punta del Este le dicen Laguna a un charco” – se quejó Carlitos que nunca había reconocido el espejo de agua y que no figuraba ni en su gps ni lo había visto en la carta de vuelo visual.

Claramente era un punto de referencia que sólo conocían los locales. Lo mismo pasaba en cada aeródromo, en Melilla estaban “las canteras” por ejemplo.

-“Charlie Exrey Bravo Foxtrot Lima, Punta del Este”-
-“Manteniendo 2500 pies, con la ciudad a la derecha, se apuró a decir Carlitos”-
-“Ud ya está autorizado a descender a 1000 pies, le aconsejo que descienda para no quedar alto”-

Los conocidos le habían avisado a Carlitos que la aproximación final debía hacerse sobre bañados y que la pista parecía más larga de lo que realmente era, así que debería aterrizar con Full Flaps para no regalar nada.

-“Copiado, descendemos para un mil pies, Bravo Foxtrot Lima”-
-“Carlitos, todo bien, soy Yankee Victor ¿Cómo estás?”-

Ahora sí, reconoció la voz del torrero que lo venía ayudando.

-“¿Cómo andás Yankee?, que gusto estar en contacto contigo. La laguna es un embalse verde, es imposible verla”-
-“Jaja, ¿tenés la frecuencia del departamental?”-
-“Afirmativo”-
-“OK, no tengo tránsitos reportados que sean factor para vos, buen aterrizaje, llamame al volver”-
-“Agradecido, Foxtrot Lima”-

-“Lo conozco de un Festival, un capo, me había dicho que hoy trabajaba pero no me acordé que capaz que coincidíamos” – Le informó Carlitos a sus pasajeros.

A continuación, sintonizó la frecuencia del aeropuerto del Jagüel y dijo su matrícula y sus intenciones, tal cual le habían recomendado sus conocidos.

Nadie contestó.

-“Buenos ahora vamos a aterrizar, les pido que mantengan silencio y revisen sus cinturones”-

Carlitos alineó el avión a la pista, efectivamente había quedado alto y el viento norte no ayudaba demasiado. En lugar de hacer un aterrizaje en configuración de campo corto, trayendo el avión colgado del motor, hizo un aterrizaje como si hubiera un obstáculo y descendió casi que verticalmente en los primeros metros logrando frenar antes de la mitad de la distancia disponible.

Los pasajeros estaban a salvo, el avión se podría volver a usar, así que había sido un buen aterrizaje.

Rodaron lentamente por el aeropuerto vacío y estacionaron el avión en el primer puesto frente a la terminal.

Luego de la temporada estival, cuando no había lugar donde estacionar y pululaban los helicópteros, el aeropuerto parecía salido de una película post apocalíptica, en donde quedaban sólo los vestigios de lo que en un momento fue un aeropuerto internacional.

Carlitos seguía preocupado por la emanación de gas que había en el avión, tenía que ser algo que estaba en el motor, quizás se había metido algún animal en Melilla y había venido quemándose durante el viaje…. Tal vez por eso no había prendido la batería la primera vez.

Al bajarse, buscaron por donde ingresar a la terminal pero todas las puertas aparentaban estar cerradas, una de ellas sin embargo no tenía llave por lo que pudieron ingresar. El salón de unos 50 mts2 estaba vacío salvo por un ultraliviano del tipo Trike que estaba “hangarado” dentro de ella. A esa hora, todavía no había ningún funcionario ni otros pilotos.

Carlitos le ofreció a su abuela para pasar al baño mientras él terminaba de cerrar el avión y comprobar cuánto combustible habían consumido.

-“Ahh ¿hay baño?, ¿dónde está?, me venía cagando mal” -dijo apurado el amigo de su hermano.

Carlitos extendió su mano señalando el extremo del salón y el muchacho salió presurosamente. La abuela escuchó y dijo: – “Con razón había tanto olor a bicho muerto, no me acordaba que en los aviones hubiera un olor tan feo”-

El avión a la vista, por las dudas

 

Antes de salir en busca de la coca cola y algo de comer, empujaron el avión hasta bien cerca de la terminal así podían verlo desde afuera. Carlitos sabía que en épocas difíciles podían robarle combustible y quería arriesgar lo menos posible, sobre todo porque no se veía nadie en la vuelta.

La anécdota del olor en el avión les dio motivo para reírse todo el rato mientras comían y estiraban las piernas. Carlitos ya estaba relajado y valoraba los detalles que había aprendido en esa primer hora de vuelo.

-“Qué nivel el tuyo abuela! Viniste a Punta en avión para comerte una milanesa al pan”-
-“La milanesa más cara del mundo”- sonrió con picardía la abuela.

A los pocos minutos vieron aterrizar otro 172, el famoso demonio rojo del aeroclub “los 4 vientos” de Nueva Helvecia. Al regresar a la terminal se encontraron con algunos autos estacionados y ahora sí había llegado el personal del aeropuerto.

Carlitos se presentó, hizo llegar los saludos que le habían enviado desde Melilla y presentó el plan de vuelo directo entre Punta del Este y Adami. Con el permiso del funcionario, estuvo mirando de cerca el Trike y charlaron un rato sobre la experiencia de vuelo que había tenido Carlitos una vez que voló en uno de ellos. También se interiorizó de la situación del aeropuerto y prometió visitarlo en plena temporada para verlo en su apogeo.

Para que la abuela experimentara viajar adelante, la ayudaron a subir del lado izquierdo que era el que estaba más cerca del escaloncito de la vereda de la terminal y del que estaría el mar que tantas ganas tenía de mirar. Al piloto no le venía del todo mal volar del lado derecho ya que debía adquirir experiencia en ambas ubicaciones. Además, sería un vuelo muy tranquilo.

Carlitos abrió la ventana, gritó Libre!!  Y dio arranque al motor pero la hélice no se movió. Intentó un par de veces más y nada.

Los ocupantes del CX-ASY estaban entorno a su avión estacionados a unos cuantos metros y observaron la situación con atención.  El funcionario se acercó y le preguntó a Carlitos si tenía la llave de combustible abierta. Carlitos agradeció, pero sospechaba que nuevamente la batería estaría haciendo falso contacto, así que abrió el motor, intentó mover los conectores de la batería, pero estaban muy duros.

Entró nuevamente a la cabina acordándose de la madre del mecánico y probó dar arranque y esta vez el motor rugió fuertemente ya que había dejado más potencia de lo habitual al utilizar la mano izquierda para acelerar.

Aprovechó el momento de atención de todos los presentes para saludar por la ventana y dirigió el avión hasta la calle de rodaje para hacer la prueba previa al despegue y regresar a tiempo a Montevideo.

Con todo en condiciones, reportó por la radio que ocuparía la pista para despegar e informó a quienes atuvieran escuchando que tras el despegue virarían por izquierda hasta la zona de la barra y luego volverían por la línea de costa hasta la Península.

Nadie contestó, así que luego de comprobar visualmente que ninguna aeronave estaba por aterrizar, ingresaron y despegaron según su plan.

Ascendieron en línea recta hasta 1500 pies y sobrevolaron varias veces el puente ondulante de la barra del arroyo Maldonado.

-“Punta del Este Torre, Charlie Exrey Bravo Foxtrot Lima, despegado del Departamental con un mil quinientos pies”-
-“Foxtrot Lima recibido. ¿Vienen por línea de costa?, avísame ANTES de llegar a Punta Ballena que tengo un aterrizaje”-
-“Perfecto Yankee, mirá acabamos de dejar la barra y la idea es ir por la línea de costa hasta Piriápolis”-
-“Dale buenísimo no hay problema, acá después de este aterrizaje va a estar tranquilo”-
-“Jaja, tranquilo como siempre”-
-“Si, tranquilazo”-
-“En esta época no vuela nadie ¿no?”-
-“Nada que ver con verano, pero siempre hay vuelos de instrucción, taxis y algún despistado que viene a sumar horas”-

Sin darse cuenta, Carlitos estaba conversando con un controlador aéreo de un aeropuerto Internacional como si se conocieran de toda la vida. ¡qué logro! Siempre había escuchado como había instructores y pilotos que se mandaban saludos y hasta se preguntaban por los hijos o se tomaban el pelo por algún resultado deportivo y creía que ese derecho sólo estaba reservado para quienes trabajaban en la aviación.

Aislada, en medio de un cielo azul plata de comienzos de otoño, una extraña nube negra alargada, se cruzaba en el camino del monomotor.

Mientras la pinchaba con su avión, Carlitos se sentía con tanta confianza que hasta siguió sacando temas de conversación

-“Yankee ¿cuándo vas a otro festival?”-
-“Pah, no sé che. Creo que hay uno ahora en mayo” –

Sentado del lado derecho y escuchando la respuesta del controlador, no se había percatado todavía que ya estaba a la altura de la prolongación de la pista del Jagüel y que hacía unos instantes había despegado el otro 172.

-“Punta del Este torre, LV-CXQ , descenso”-

El llamado de un avión argentino interrumpió su conversación y Carlitos volvió en sí. Revisó los ajustes del motor, comprobó que el alternador estaba cargando la batería, y miró por su ventana para ubicarse.

CX-ASY el Demonio Rojo, foto de Marcelo Umpierrez.

En el momento en que lo vio por primera vez pensó que se trataba de una ilusión, pero sin pestañar pudo darse cuenta del riesgo de la situación. Su mano derecha se endureció agarrando el comando con mucha fuerza y sus tendones se cargaron con energía producto del pánico y la adrenalina expectantes de la decisión que alguna neurona enviara. A través de la nube pudo distinguir que ascendiendo en dirección a ellos venía un avión rojo, un misil balístico color sangre que había salido disparado de la pista allá abajo y los alcanzaría en segundos, allí justito a los 1500 pies.

El BFL estaba haciendo todo mal, su comandante Carlitos Rey, había cruzado la final de la pista sin tener sintonizada la frecuencia del aeropuerto del Jagüel y volando relativamente bajo.

Nunca había visto otro avión en vuelo desde tan cerca, pero era una ubicación para nada privilegiada. Todo pasó muy rápido y no tuvo tiempo ni siquiera para pensar qué pedirle a sus manos.

Nadie más que él pareció haberse percatado de esa situación. No fue necesario hacer ninguna maniobra evasiva ya que la velocidad que llevaban era bien distinta y rápidamente las aeronaves se separaron sin peligro, mientras Carlitos volaba hacia el Sur, el Demonio Rojo viraba por izquierda hacia el este.

 

 

Dejó de hablar por la radio unos minutos mientras se autoflagelaba por el grave error que había cometido tontamente. Como tampoco había escuchado que el Alfa Sierra Yankee se anunciara en esta frecuencia, le preguntó al controlador:

-“Punta del Este Torre, ¿al otro 172 que estaba en el Jagüel lo tenés?” –
-“No tranqui, ellos se iban para Rocha por la línea de costa”-

Pensó en informarle al controlador lo que había sucedido, o intentar contactar al otro piloto, pero seguía en shock y no creía que fuera capaz de describir la situación en forma apropiada.

Unos minutos más tarde y luego de haber sobrevolado la Isla Gorriti, Carlitos reportaba su posición próxima a Punta Ballena.

-“¿Viste que está activa la Romeo 5 [i] en Carrasco?, capaz que no te dejan ir por la línea de costa hasta Melilla. Ascendé a 2000 y vemos si tenés suerte de que te dejen cruzar por la vertical de Carrasco”-

[i] Es una delimitación geográfica en la que se restringen los vuelos civiles mientras se realizan maniobras de entrenamiento de la Fuerza Aérea Uruguaya. Está ubicada al Noreste del aeropuerto.

Ahora volaban rumbo a Montevideo, siguiendo el GPS para marcar su intención de viajar en línea recta. Mientras sobrevolaban el cerro San Antonio buscó la pista de Punta Colorada, esa que una vez había recorrido a pie luego de encontrarla después de varios minutos de rastrillaje en el auto.

La abuela se había animado a apoyar sus manos en el comando del avión para sacarse la foto, pero le tenía demasiado respeto como para intentar moverlo.

Cuando se comunicaron con la frecuencia de Carrasco e indicaron sus intenciones de volar directo para Adami recibieron un rotundo “negativo” de respuesta por lo que deberían desviarse hacia el norte y realizar el famoso circuito del santoral.

Hubiera sido más fácil que le dijeran que solamente debería volar siguiendo la ruta 11 desde Atlántida hasta Canelones para luego llegar a Melilla por la ruta 5, como si se tratara de un auto.

Pero en cambio le iban indicando los nombres de las localidades y a Carlitos la mano izquierda no le funcionaba muy bien para introducir los nombres de las ciudades en el GPS a medida que el controlador le iba dando indicaciones así que volvió a volar a estima, buscando en la carta visual los nombres de ciudades que no conocía y que nunca había identificado en donde estaban y apuntando el avión en la dirección más probable

Al escuchar el camino que venían haciendo la abuela se dio cuenta que demoraban más haciendo esa vuelta que yendo en ómnibus hasta Punta del Este. – “Qué disparate, al final te sale más caro y llegás más lento”

La frecuencia aeronáutica estaba saturada de apodos usados por los pilotos militares “Toro y escuadrilla” “Drako”, “Viper”, “Lanza” que transmitían sus intenciones y negociaban con los controladores al tiempo que los pilotos extranjeros de aeronaves comerciales presionaban en inglés y portuñol para que les autorizaran el descenso o una maniobra que les permitiera ahorrar tiempo y combustible.

Algo cansados del tramo final del viaje, Carlitos y sus pasajeros acordaron recordar el viaje por el día que el amigo casi los intoxica en el avión, pero para Carlitos sería el vuelo en que casi lo mata el Demonio Rojo.

-“¿Por qué demoraron tanto?” – Le recriminó su esposa a Carlitos. “ya estaba podrida!”
-“Culpa de los controladores que no nos dejaron volar por donde queríamos y nos mandaron por un camino larguísimo. No te imaginás que estress además.”-
-“¿Y no había un papelito de esos que mirás antes de volar? ¿Un Notam?”-

-FIN-

No importa cuántas horas de vuelo se hayan juntado hasta el momento. A veces los pilotos se dejan atrapar por una nube. Exceso de confianza, falta de preparación, aburrimiento, incompetencia. ¿Qué nubes has encontrado en tus viajes?
Martín Filippi
[email protected]

Me gusta volar, me gusta su ciencia, la historia de los hombres y mujeres que hicieron realidad lo que parecía imposible. Me gusta lo que la experiencia o el anhelo del vuelo tiene el potencial de modificar en nuestra percepción de la realidad, de los límites, de los desafíos. Dedico una parte importante de mi tiempo libre a impulsar este proyecto, con la visión de que si nos lo proponemos, podemos desencadenar un cambio semejante en aquellos que todavía creen que para volar hacen falta alas.

1 Comment
  • Bruno SIlva
    Posted at 01:12h, 01 julio Responder

    Me encantó la mención de San Carlos, soy de ahí y me encanta ver los ultraligeros, saludos!

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